Cuando se quiere

Editorial
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Veinticinco años después de la muerte del capo de las drogas Pablo Escobar, la ciudad colombiana de Medellín vive una vigorosa transformación urbana y social para librarse del estigma del narcotráfico.

En la década del 80 y comienzos de los 90, el terror de Escobar se impuso en esta ciudad, capital del departamento de Antioquia, hasta que su muerte el 2 de diciembre de 1993 marcó el punto de partida para empezar a escribir su otra historia. Medellín, que llegó a ser conocida como la más violenta del mundo, es ahora una urbe renovada y moderna que curó parte de sus heridas con la resiliencia de su gente y la apuesta por la innovación.

Se tocó fondo, pero los paisas salieron  adelante. Hoy son reconocidos por su transformación, gracias a administraciones que han mantenido procesos y dado continuidad a lo bueno.

En esos momentos difíciles la academia se mantuvo firme, la clase política se mantuvo firme y la empresa privada se mantuvo firme, y no se fue a invertir en otras ciudades. Que distintos actores estuvieran a la altura de las circunstancias permitió que surgiera una transformación que el mundo reconoció cuando Medellín fue catalogada en 2013 como la ciudad más innovadora del mundo al ganar el concurso “City of the Year”, que organizan The Wall Street Journal y Citigroup.

Esta metamorfosis empezó en los años 90, en medio de la violencia, con proyectos en el centro como Ciudad Botero, una plaza en la que se exponen a cielo abierto esculturas del pintor y escultor Fernando Botero.

Las escaleras eléctricas de la Comuna 13, los Parques Bibliotecas, la corporación de innovación Ruta N, las Unidades de Vida Articulada (UVA), el Centro Cultural de Moravia y el Sistema Integrado de Transporte Masivo son ahora símbolos de una ciudad que vive una regeneración urbana. También fueron construidos centros culturales y escuelas para continuar con transformaciones de la vida en los barrios más deprimidos con equipamientos culturales, deportivos, educativos y recreativos.

Ahora, al cumplirse 25 años de la muerte del jefe del cartel de Medellín, el propósito va encaminado a que la ciudad hable, para que, según los promotores de la iniciativa, cuente que hace tres décadas hubo maldad y dolor, pero también hubo gente que la mafia llamó los incorruptibles”

La ciudad se ha transformado. La cara de Medellín a nivel mundial es totalmente diferente. Eso es valioso y se tiene que seguir con eso, pero no se puede dejar en el vacío la memoria de ese pasado trágico que se vivió.

Contar la historia desde la óptica de las víctimas, en contrapeso a esa verdad a medias que narran los “narcotours” que operan en Medellín aparece como un desafío para quitarle protagonismo al fantasma del capo que avivan las series o personajes como Jhon Jairo Velásquez, alias ‘Popeye’, ex sicario mayor de Escobar. Se ha dejado que otros honren la historia de los victimarios. Con ello coincide Carlos Mario Zuluaga, hijo del magistrado Gustavo Zuluaga Serna, un hombre de principios inquebrantables asesinado por Escobar en 1986, quien señaló que las nuevas generaciones deben reflexionar sobre ese capítulo doloroso para no repetirlo.

Hay un lado positivo en esa historia cargada de dolor y muerte y es que el mundo ha visto cómo Medellín se ha levantado en medio de la guerra que se tuvo.