La reforma a la eurozona no logra despegar

Editorial
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Los ministros de Economía y Finanzas de la eurozona retomaron el debate sobre cómo reforzar su unión económica y monetaria sin fraguar nuevos acuerdos políticos, solo con el compromiso de intensificar sus reuniones si quieren lograr algún progreso tangible en diciembre.

Los países del euro llevan meses aplazando el momento de tomar decisiones concretas sobre las medidas a tomar para evitar que la próxima crisis les pille tan desprevenidos como la que estalló en 2008, la última vez en junio, cuando los líderes de los socios comunitarios emplazaron a sus ministros a diseñar un acuerdo que puedan validar en diciembre.

A poco más de tres meses de esta cita y pese a que los debates se circunscriben a los puntos que partían con cierto grado de consenso, los ministros permanecen atascados en los detalles, mientras reconocen que necesitan algo que presentar a los ciudadanos antes de las elecciones europeas de 2019.

La idea es que de aquí a final de año es muy importante que se llegue a algún progreso concreto, pero, más que el detalle, es enviar ese mensaje a los ciudadanos de compromiso con la profundización de la Unión Económica y Monetaria Por otra parte, los ministros han avanzado sobre una propuesta de compromiso para definir el proceso de toma de decisiones y adelantar la puesta en marcha del denominado cortafuegos del Fondo Único de Resolución bancaria, un acuerdo que estaría al alcance para diciembre.

Esta red de seguridad es una bolsa de financiación alimentada con fondos públicos que complementaría la dotación que tendrá este Fondo, se nutre con contribuciones del sector financiero y tendrá unos 55.000 millones de euros, para garantizar que hay financiación suficiente si se da una quiebra bancaria que requiera intervención europea. De este modo, se evitará el perjuicio al contribuyente y la estabilidad financiera.

Por un lado, los ministros deben decidir sobre un proceso de toma de decisiones que ha de ser rápido, pero al mismo tiempo respetar las exigencias que existen en varios países para que los parlamentos nacionales den su visto bueno.

Por otro, estudian qué condiciones serían necesarias para que pueda estar en marcha antes de lo previsto, enero de 2024, y, aunque no se ha propuesto nueva fecha aún, se ha barajado 2021 como una posibilidad. Más allá de esta propuesta, hasta diciembre está previsto que los socios pacten también dar más poder al Mecanismo Europeo de Estabilidad, Mede, el fondo de rescate europeo, en la vigilancia económica de los países y futuros rescates.

Además, se deben fijar un calendario para comenzar las discusiones políticas sobre un Sistema Europeo de Garantía de Depósitos que las instituciones comunitarias consideran imprescindible, posición que comparte España, pero es inaceptable por el momento por socios como Alemania u Holanda. En esta tesitura, los representantes de la Comisión Europea y del Banco Central Europeo se urgen avanzar ya que se recuerda que los riesgos para la eurozona también son a corto plazo. Esto no va solo de discutir la visión a largo plazo para la Unión Económica y Monetaria, sino de hacer la eurozona más resistente en el corto plazo. Dados los riesgos internacionales que se ven alrededor, se necesita una eurozona resiliente.
No hay tiempo que perder. Hay una ventana de oportunidad que está aún abierta pero es estrecha. Estrecha en tiempo, porque se tienen solo unos meses, y estrecha porque la dificultad de crear consenso no debe subestimarse.