Los desafíos de la ONU

Editorial
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger


La coyuntura global que vivimos es de alta complejidad, con problemas tan severos como la recuperación económica lenta, dispar e incierta; la inequidad y la desigualdad; el cambio climático; las crisis migratorias y humanitarias. Luego de 73 años de fundación de las Naciones Unidas el flagelo de la guerra aún persiste. Millones de personas viven a diario los efectos de conflictos armados.

El gran desafío global es que estos problemas se encuentran interrelacionados. Superarlos exige cada vez más acciones y políticas que trascienden las fronteras nacionales. De allí derivan los desafíos del multilateralismo y la necesidad de modernizar sus instituciones, sus métodos de trabajo, su relevancia y eficiencia. Así mismo, es fundamental tomar en cuenta el rol cada vez más fuerte e indispensable de los mecanismos regionales de integración.

La ONU es la herramienta más fuerte y universal del multilateralismo. De su seno han nacido los principales instrumentos de derechos humanos, para defender a las niñas y niños, a las personas con discapacidad; para proteger a todas las personas de la discriminación racial; de la tortura; de las desapariciones forzadas; para asegurar los derechos de los trabajadores migrantes, entre otros acuerdos internacionales que constituyen un legado.

La ONU ha escrito historias de éxito, pero también ha sufrido varios reveses. Aun así, el multilateralismo no es solo la plataforma más eficaz para la paz y el desarrollo sostenible: es la única vía posible para enfrentar y resolver los problemas globales.

Sucesos recientes muestran que el multilateralismo se encuentra amenazado como nunca antes, por la acción unilateral, por la acción del más fuerte. Debemos enfrentar la desigualdad entre el poder cada vez mayor de actores no estatales como las grandes empresas frente al debilitamiento de los Estados o como el crimen transnacional.

Debemos avanzar hacia un sistema de gobernanza global más democrático y eficiente, para lograr un orden mundial justo y equitativo, y enfrentar de mejor manera los viejos y nuevos desafíos.

Por ello, uno de los mayores retos para el próximo período de sesiones, el 73, será seguir avanzando en la revitalización de la Asamblea General de las Naciones Unidas, como el foro de deliberación y decisiones más representativo y democrático del sistema multilateral.

Debemos implementar las reformas del Sistema de las Naciones Unidas y garantizar la agilidad y efectividad en sus trabajos. Esto hará que nuestra Organización sea más eficiente y relevante a las necesidades más apremiantes del planeta y sus habitantes y la equipará para cumplir los objetivos de su Carta constitutiva en sus tres pilares: paz y seguridad, desarrollo y derechos humanos.

Asimismo, la Asamblea General debe jugar un rol central hacia el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

Durante el próximo periodo de sesiones de la Asamblea General se evaluarán 6 de los 17 objetivos. El objetivo 4 por ejemplo, sobre educación de calidad, demanda una mayor inversión en educación, ciencia y tecnología, para el desarrollo y para el respeto de los derechos humanos. En este ámbito es importante considerar las especificidades de los pueblos indígenas.

El objetivo 10 sobre Reducción de Desigualdades nos interpela a cambios estructurales profundos, a nivel mundial. Para superar las desigualdades, se requiere tanto de políticas públicas redistributivas como de financiamiento.

Tanto la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, como la Agenda de Acción de Addis Abeba sobre el Financiamiento para el Desarrollo y el Acuerdo de París sobre cambio climático, requieren una gran movilización de recursos para su implementación. Esto debe ser acompañado de cambios para alcanzar una nueva arquitectura financiera.

El objetivo 13, Acción por el Clima, es tan relevante cuando según la Organización Meteorológica Mundial, estos tres últimos años han sido los más cálidos desde 1880. El mundo continúa enfrentando una crisis ambiental y climática, por lo que es imprescindible que avancemos en la implementación del Acuerdo de París, que consolidemos su programa de trabajo, y que incrementemos nuestros niveles de ambición.

La igualdad de género debe estar en el centro de nuestra acción. No podemos pensar en un desarrollo sostenible y en la construcción de sociedades pacíficas si dejamos fuera a la mitad de la población que somos las mujeres.

En los últimos años, América Latina y el Caribe avanzaron de forma significativa en procesos de concertación política e integración, en la Unión de Naciones Suramericanas y en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). Ahora, estos mecanismos enfrentan desafíos que ponen en riesgo su vitalidad y permanencia.

En ese contexto, el Sistema de Naciones Unidas reviste de una enorme importancia para la región. La ONU, en Nueva York, es el único punto de confluencia permanente de los treinta y tres países de la Celac, y en ella han logrado una confluencia de intereses tan críticos como el Derecho al Desarrollo y la Cooperación Sur-Sur.