“Ni Una Menos”

Editorial
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Tras los sucesos en la alfombra roja de los Globos de Oro el pasado 7 de enero, cuando los artistas decidieron vestirse de negro para denunciar y repudiar los abusos sexuales en Hollywood, Argentina se topó con un indignante comentario de un cantante, que llegó a afirmar: “si la violación es inevitable, relájate y goza”.

Este último dicho procedía del artista Cacho Castaño, quien restaba importancia a afirmaciones de un actor que dijo que las mujeres se realizaban con la maternidad.
Las reacciones no tardaron y el repudio fue masivo, una postura contundente ante algo “que antes habría pasado desapercibido”, como resaltó a Efe la activista argentina Ada Rico, que busca desnaturalizar los distintos tipos de violencia que han sufrido y sufren las mujeres argentinas.

Este reclamo de los millonarios de la meca del cine en apoyo a la plataforma Time’s Up (“El tiempo se ha acabado”) -que ofrece ayuda ante casos de acoso- vistiéndose de negro fue un punto de inflexión internacional aplaudido por muchos, pero no es el único grito en el mundo que ha reclamado un cambio de mentalidad de la sociedad y el fomento de la equidad entre hombres y mujeres.

Argentina, el país con un feminicidio “cada 30 horas” y creador del reclamo “Ni Una Menos”, observó la gala desde la prudencia, ya que en la nación suramericana la movilización que vive especialmente desde 2015 no vino de los famosos, sino de las clases medias, humildes.

“Que un artista lo haga en repudio es importante para que se visibilice pero es importante que no lo banalice, que la persona que lo repudia lo haga a conciencia”, afirmó Rico, titular de la asociación cívica feminista La Casa del Encuentro.

“Es un tema que se lleva la vida”, resaltó, ya que “más allá de los feminicidios, hay mujeres que son violentadas y llevan eso en su cuerpo, en su mente y se tiene que llevar con mucha seriedad”.

Pero la realidad no es propia de Argentina, o de la cuna del entretenimiento, en todo el continente abundan los casos de abuso sexual contra mujeres.
En Colombia, por ejemplo, las cifras son más que alarmantes. En el país cada hora se denuncian tres casos de abuso sexual, siendo lo más preocupante que el 87 por ciento de los casos corresponde a menores de edad.

Solo el año pasado la violencia sexual en Colombia aumentó en 9,2 por ciento, de acuerdo con un informe revelado por el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses.
Y es que en 2017 se registraron en Colombia 22.519 agresiones de este tipo, de las cuales 19.592 fueron contra menores de edad.
El aumento de los casos en Colombia muestra que las políticas por parte del Estado han sido ineficaces e ineficaces en la materia.

Argentina, por ejemplo, cuenta con una de las leyes más progresistas en América Latina para penalizar la violencia de género y se enorgullece de disponer de instituciones que dan soporte a las víctimas de acoso.

“Registramos 600 llamadas por día por casos de violencia, así como consultas e información”, reconoció a Efe Carla Majdalani, directora de Comunicación del Instituto Nacional de las Mujeres argentino -ente que dirige una línea pública gratuita para que las mujeres puedan denunciar abusos-.

Pero sufrir comportamientos abusivos no son lo único por lo que tienen que preocuparse las mujeres, sino que deben superar su temor a denunciar y aguantar que muchas de las autoridades judiciales y policiales no traten con la sensibilidad adecuada sus casos una vez se deciden.

“Eso es lo que mucha gente no ve. Poder denunciar es un lujo. La denuncia tiene un costo emocional muy alto para la víctima pero también un costo económico muy fuerte”, ya que se juegan el repudio social y el despido en el caso en el que sea en un trabajo, subrayó Mercedes D’Alessandro, economista y escritora del libro Economía Feminista.

Sea cual sea la violencia, los sectores feministas piden una mejor implementación de los recursos que ya existen y piden una mejor educación de género y mejor trato de la prensa.
“Esa cultura patriarcal y sexista no puede seguir existiendo. Se repite en todos los sectores de la sociedad. No existen personas de primera y personas de segunda, eso es lo que se tiene que trabajar. Pero lo vamos a lograr”, concluyó Rico.


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