Los lemas extraviados de la campaña británica

Editorial
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Las elecciones británicas, convocadas por Theresa May para conseguir un mandato propio, en lugar del heredado por la renuncia de David Cameron, se concentran más en una nueva caracterización de los partidos que en la decisión de si se refresca o no el apoyo mayoritario a los conservadores para que lideren el proceso de retiro de la Unión Europea.


Theresa May quiere superar a Margaret Thatcher. El único esfuerzo que parece no haber hecho todavía es el de cambiar su entonación cuando pontifica. Por lo demás, quiere sobrepasar a su predecesora en su compromiso conservador, con todas sus consecuencias. La primera de ellas es, por motivos coyunturales, la causa del Brexit, que no era la suya necesariamente cuando se desempeñaba como Secretaria del Interior, bajo el gobierno de Cameron.  En su carrera de afianzamiento parecería aupada por la inspiración que para tantos conservadores ha traído la oleada de derecha con la victoria de Donald Trump, la salida del poder de los socialistas franceses y los avances de la Canciller alemana en comicios regionales, en la perspectiva de la refrendación popular de su jefatura del gobierno. De todo eso ha querido sacar provecho la señora May para poner su cargo a disposición del electorado, con la solicitud de que le conceda un mandato claro que le permita desarrollar su propio programa conservador, que comienza por liderar la salida británica de la Unión Europea.

“Liderazgo fuerte y estable”, el lema de campaña de Theresa May, a la cabeza de los conservadores, denota una actitud y un propósito radicales, dignos de momentos muy difíciles, que requieren en el timón de la nave del gobierno a alguien no solo de firmes convicciones sino de carácter fuerte, resistente a los ataques y capaz de mantener la serenidad en medio de las dificultades. La reiteración del slogan, que a punta de repetir pretenden convertir en “moneda política corriente”, puede advertir a los electores sobre peligros y vicisitudes de los que nadie ha hablado hasta ahora. Muchos se preguntarán, entonces, ¿cuáles eran las dichas ventajas del Brexit, que supuestamente valía la pena para que todos fueran más felices?

Jeremy Corbyn, jefe del laborismo, por su parte, se quiere parecer lo menos posible a Tony Blair. Aspira a dejar atrás las veleidades liberalizantes de esa “Tercera vía” que permitió a los laboristas contemporizar con los partidos de centro y que, en el sentir de los “pura sangre”, solo sirvió para desconfigurar el carácter verdaderamente socialista del partido, al punto que llegó a ser modelo de simples liberales deseosos de ponerle algo de sentido social a su tradición burguesa. Bajo su dirección, en contravía de algunos sectores al interior del partido, no debería haber ambigüedades ni tiempo que perder a la hora de regresar a los reclamos contra una sociedad que retornó, una vez más, a la polarización y el marginamiento de amplios sectores que van quedando rezagados ante el triunfo de las privatizaciones y la apoteosis del capital financiero.

El lema sustituto, proclamado por Jeremy Corbyn, “Theresa May es fuerte con los débiles y débil con los fuertes” podría servir mucho para atacar a la líder del partido contrario, pero no tiene tampoco el peso específico que lleve al elector a encontrar el asidero de un proyecto constructivo.

Las dos campañas parecen mostrar más deseos que capacidad, y necesidad, de plantear la competencia en términos adecuados para las condiciones del momento. Si el tema central del debate ha de ser el Brexit, que fue la gran decisión de los pasados comicios, causa de la salida de Cameron y de la llegada al poder de la señora May, y motivo del llamado a elecciones generales para conseguir un mandato contundente, ambos partidos parecen estar tramitando intereses que tienen que ver con otras cosas.

Los electores ingleses tienen una larga tradición de sabiduría política. Las elecciones generales, sin debates televisados, serán ocasión de que demuestren, una vez más, cómo las intenciones de los políticos, que apelan a estrategias estudiadas en busca de hacerse con el poder o consolidarse en su ejercicio, se pueden equivocar cuando plantean posiciones radicales, de pronto alejadas de las necesidades específicas de una coyuntura que es percibida por todos como el motivo verdadero de la contienda.

El 8 de junio conoceremos el veredicto de los ciudadanos.