No así

Editorial
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Eso de jugar con los tiempos políticos cuando se deben atender las necesidades fundamentales del Estado, siempre ha sido una fórmula llena de peligros.


Hoy se está viviendo otro de los episodios históricos que tienen que ver con el mal manejo de las oportunidades frente a una urgencia nacional.

En primer lugar, el Gobierno se demoró en presentar la Reforma Tributaria cuya necesidad era evidente desde cuando empezaron a caer aceleradamente los precios del petróleo. Lo hizo para no afectar el estado de la opinión pública, calculando que, de esa manera, garantizaría la victoria del Sí en el plebiscito.

Ahora el Presidente está en el peor de los mundos.

La mayoría se pronunció a favor del No el 2 de octubre, debe cumplir con el mandato de buscar un acuerdo mejor con las Farc, el tiempo para conseguir la aprobación del proyecto por parte del Congreso es angustioso, y tiene encima la espada de Damocles de las calificadoras de riesgo, que han hecho las advertencias del caso con toda claridad.

Lo anterior, en cuanto a la oportunidad y el momento político. Y sobre el contenido, ¡ni hablemos!

Se presenta como una iniciativa integral, pero no lo es. Para que lo fuera, en estricto sentido, tendría que armonizar los distintos artículos con el estatuto tributario.

Sin embargo, está muy lejos de hacerlo, razón por la cual se avizoran múltiples inconvenientes durante la etapa de implementación, si es que se aprueba su versión original.

De otro lado, argumentar que con las nuevas medidas el promedio de crecimiento de la inversión será, por arte de magia, del 5.2%, lo que incidiría en una elevación cercana al 2% de la tasa, es más ilusión que realismo, infortunadamente.

A diferencia de los planteamientos oficiales, se empiezan a escuchar voces de empresarios señalando que la nueva fórmula de unificación de tributos, mantenimiento de la sobretasa e impuesto a la riqueza, gravamen a los dividendos y eliminación de deducciones y exenciones, en la práctica, aumentará el nivel de tributación de las empresas.

Tampoco es cierto que todo vaya a ser más sencillo para las unidades productivas. De hecho, se está perdiendo la oportunidad de arreglar problemas.

Las compañías tendrán que llevar tres cuentas: los libros de contabilidad conforme a las normas internacionales de información financiera (NIIF), los libros fiscales de acuerdo a las disposiciones tributarias, y los registros necesarios para conciliar las diferencias. Se desaprovecha, pues, la ocasión para establecer reglas claras.

Por otra parte, el IVA va a elevarse bruscamente, al igual que las cargas a las personas naturales en momentos de desaceleración de la economía.

La propuesta gubernamental afectará el consumo y debilitará el crecimiento de la clase media. Ya miraremos en detalle temas relacionados con los 311 artículos del proyecto y las más de 200 páginas de exposición de motivos.

No obstante, es necesario decir que se jugó indebidamente con los tiempos políticos, que no hay razones para creer que crecerá la tasa de inversión, y que se les exigirá otro esfuerzo descomunal a los colombianos.

En resumen, reforma tributaria sí, pero no así.