El Rodadero, puro ‘turismo de olla’

Editorial
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Cada vez que se acerca una temporada de turismo o estamos en medio de ella, se evidencia la falta de organización, planeación y atención del principal balneario turístico de Santa Marta, que poco a poco va perdiendo su escalafón como destino turístico de alto nivel, que deja buenos rendimientos económicos para el negocio, para los que viven de él y para la ciudad.


Esto último está bastante lejos de cumplir, porque en medio del desorden que es El Rodadero, hemos perdido lo más preciado que tenía el balneario; el turismo de clase media y alta, que gasta en buenos restaurantes, que invierte en cómodas habitaciones, que le gusta disfrutar de un malecón que invita a la paz y a la tranquilidad.

Ahora lo que tenemos en El Rodadero, es un ‘turismo de olla’ metido en las playas y el malecón, que solo aleja al verdadero turista, que deja suciedad y basuras por doquier, porque aquí a Santa Marta vienen a hacer lo que les da la gana porque no hay autoridad que se los impida.

A un lado se ha dejado la lucha contra el ingreso de los buses interdepartamentales, que en vez de dejar a los pasajeros con sus ollas y comidas en la Terminal de Transporte, lo hacen en las playas de Bello Horizonte y El Rodadero, para que descarguen allí carpas, sillas, cacerolas, y comidas venidas de otras ciudades para ser utilizadas en el día de paseo a El Rodadero. Puro ‘turismo de olla’ en nuestra playa insigne de turismo.

Los samarios estamos aburridos, molestos y cansados de exigir a la autoridad distrital que haga respetar nuestra playa, que poco a poco se acaba, ya que creemos que con la insignificante medida de cerrarla a las seis de la tarde, todo se ha logrado. Eso es ‘pañito de agua tibia’ para el tamaño del problema que estamos manejando que ha pasado de ser una bola de nieve a una avalancha que vuelve hacer presencia y arrastrarnos en menos de dos meses.

El Rodadero merece toda la atención y más. No podemos quedarnos con un simple cierre de playas y alejar a los músicos para querer solucionar los problemas. Es más que eso. Es arreglar los inconvenientes de aguas negras, vendedores ambulantes y estacionarios, hotelería paralela, abuso del espacio público, tráfico vehicular, drogadicción y prostitución, arreglo de vías y bordillos, es darle ‘una manito’ a la casa para que luzca hermosa, limpia y reluciente para cuando la quieran visitar.

Y el ejemplo lo debe dar la primera autoridad distrital, que ya debe tener un paquete listo para poner esa casa en orden; desde prohibir el paseo mañanero para que las mascotas orinen y hagan sus necesidades en la playa y destinarles el lugar para ello y las multas respectivas al no hacer caso a la nueva disposición, hasta la utilización de las playas, que sea un paquete completo que le dé un vuelco a este importante sector turístico de Santa Marta, ruta que debe ser cumplida y acatada por todos los que viven allí, los que tengan sus negocios y por aquellos que posean cualquier vínculo comercial en el sector.

En este orden de ideas, no se deben olvidar de cuidar temas como la salud, con la puesta en marcha de un centro hospitalario dotado con un excelente equipo médico humano y tecnológico; la delimitación de playas para bañistas y uso para el desplazamientos de lanchas y todo tipo de vehículos marinos que son utilizados para el disfrute de los bañistas y visita a las playas cercanas.

En la medida que se vayan dando estas nuevas disposiciones, hay algunas que deben ser inmediatas; la Unidad Defensora del Espacio Público, Udep, debe entrar de inmediato a definir las acciones a realizar desde ya para acabar con el ‘turismo de olla’, en pleno Camellón, no hay derecho que ollas montadas en improvisadas hornillas, hagan presencia cada fin de semana o puente festivo, cuando las comidas deben ser en los restaurantes legamente constituidos y que además pagan sus impuestos contribuyendo al progreso del sector y Santa Marta.

Estamos seguros que si la Udep hace presencia en algunos sitios neurálgicos como el Camellón, y recoge y despeja esa importante vía, en las fechas señaladas anteriormente, servirá como ejemplo para que la gente no se vuelva a instalar allí y respeten el espacio público. Solamente es comenzar para que los invasores e irrespetuosos de la ley sepan que hay alguien que los ‘puede meter en cintura’.