Los niños wayúu se mueren de hambre

Editorial
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Terrible es la situación de los niños wayúu en La Guajira, más aún ante la respuesta casi sorda del Gobierno Nacional. Ahora la Gobernadora del departamento de La Guajira informó  que en los últimos días han muerto por desnutrición cuatro niños y que otros 15 fueron hospitalizados la víspera por la misma causa.

 

A Colombia parece que no le doliera esta situación; el Gobierno Nacional solo se ha limitado a pedir a las autoridades locales, que avancen en los programas para poder hacer algo; ¿pero acaso hay que seguir esperando mientras mueren más niños?, ¿dónde está el corazón solidario del Gobierno Nacional y hasta de la Primera Dama para con esos niños?, ¿dónde están las campañas nacionales que movilizan los sentimientos de los colombianos, cuando se les pide ayuda?, ¿por qué no hemos visto en la televisión nacional el recaudo de alimento  y el acopio del agua para llevar hasta la Alta Guajira?, ¿acaso esos niños no son colombianos? Da mucha tristeza saber que los 15 pequeños fueron recogidos por autoridades médicas en la localidad de Uribia, fronteriza con Venezuela, y llevados a un centro médico de Riohacha. Los menores muertos y enfermos pertenecen a la etnia Wayúu y ahora lamentablemente se conoce la noticia de que también hay adultos con problemas de desnutrición. ¡Qué terrible!

El Gobierno Central ha dicho que no está claro si las cuatro muertes tienen relación directa con la desnutrición. Por esa postura el ejecutivo ha sido blanco de cantidad de críticas de entidades como la Sociedad Colombiana de Pediatría, cuyos voceros han dicho que se quiere minimizar la grave situación de la infancia en La Guajira. Bien enfático fue el  Secretario de Salud de La Guajira, al explicar que por ahora hay cuatro niños muertos y se van a seguir muriendo si no hay una acción del Estado para paliar la situación ya que en la península hay una hambruna que está afectando a miles de guajiros, entre niños y adultos. No solo los niños están mal, también sus madres por la pérdida de sus hijos porque en 2015 murieron 38 pequeños por el mismo mal: la desnutrición. Recientemente, la Procuraduría General hizo pública su preocupación por la situación de la comunidad wayúu de La Guajira y poco eco ha encontrado. Es lamentable e inaceptable conocer cada semana la noticia de la muerte de más niños afectados por desnutrición, así se den explicaciones oficiales sobre las causas de los fallecimientos que tratan de minimizar la grave crisis que enfrenta esa población por la falta de alimento y acceso al agua potable.

La Procuraduría y el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar han quedado cortos cuando afirman  que el gobierno reconoce la gravedad de la situación y por eso adelanta acciones de corto, mediano y largo plazo con el fin de atender la emergencia y contribuir a la erradicación y de sus causas. El problema es  que las acciones a corto plazo no se ven y cada día suben más estas cifras de muertes tan aterradoras. En los últimos tiempos muchos males han llegado a La Guajira. A la tradicional pobreza de sus habitantes y al cierre de la frontera con Venezuela se sumó el fenómeno de El Niño. Hace por lo menos tres años no llueve en esa zona del país, que se distingue por ser casi un desierto. Allí no hay industrias y el desempleo es del orden del 60%. Los guajiros necesitan apoyo y solidaridad porque en este momento el departamento no está pasando por el mejor período en el tema económico. El cierre de la frontera con Venezuela ha hecho que la situación de los guajiros sea más complicada. Antes de agosto de 2015 los colombianos pasaban al vecino país a comprar comida y a comercializar sus artesanías. El presidente venezolano, Nicolás Maduro, dio la orden hace seis meses de cerrar todos los pasos fronterizos con Colombia con el argumento de que esta estaba plagada de contrabandistas y paramilitares; ante esto poco o nada han podido hacer las autoridades nacionales, que deben en forma urgente diseñar programas que ayuden a solventar la situación económica de La Guajira, teniendo  como prioridad erradicar la muerte de niños por desnutrición.