La inseguridad alimentaria no es cosa de niños

Editorial
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger


Por todos es sabido que la inseguridad alimentaria tiene un impacto negativo sobre el desempeño académico y la salud de las niñas y los niños. Los estudios han demostrado que eso sucede en todos los pueblos de la tierra.

 

Sin embargo, poco se ha profundizado sobre el tema de lo que eso significa socialmente; de lo que puede estar pasando en familias y sus individuos, cuando la inseguridad alimentaria y la pobreza alcanza niveles de intolerancia y mucho menos se han estudiado, los patrones de conducta y los efectos de estos, al caer en los adultos la preocupación de no tener suficiente comida para vivir ellos y los suyos y de cómo el tiempo y la duración de esa escasez, afecta a cada uno de los miembros y sus relaciones sociales.

La educación, la salud y la conducta, son tres aspectos que no se pueden separar del desarrollo de la niñez. En conducta, por ejemplo, se ha encontrado que niños que pasan de seguridad alimentaria a inseguridad, disminuyen sus scores de comunicación verbal y no verbal, autocontrol, y sus comportamientos internos y externos.

Un estudio reciente hecho en Estados Unidos ha reportado que niños que no estuvieron sujetos a inseguridad alimentaria antes del primer año escolar, pero sí durante este, experimentaron los peores resultados en rendimiento, especialmente en conducta.

En ese estudio, en general, los maestros informaron peores calificaciones de habilidades interpersonales, fallas en el autocontrol, la internalización de conductas (por ejemplo, la supresión de los sentimientos y tener ansiedad) y la externalización de comportamientos (por ejemplo, romper las reglas o ser físicamente agresivo) entre los niños que padecen inseguridad alimentaria, en comparación con los niños que eran alimentados de forma segura en el jardín de infantes y primer grado. Los niños que estaban viviendo un período de transición de la seguridad alimentaria a la inseguridad alimentaria, tuvieron puntuaciones significativamente peores en las habilidades interpersonales, autocontrol y conductas de externalización.

En la capacidad de interiorizar comportamientos negativos, una diferencia significativa se daba entre los niños sometidos persistentemente a una inseguridad alimentaria con los que no lo eran. Los padres también reportan estados de salud peores en sus hijos, cosa que es más común en función de la persistencia de la inseguridad, pero eso también se encontró en los que tienen inseguridad temporal.

Tampoco se han realizado esfuerzos para estudiar los momentos claves en que estas variables, salud, comportamiento y desempeño se afectan en su magnitud y persistencia y los cambios de estructura y función que producen las ingestas adecuadas e inadecuadas de alimentos en adolescentes y jóvenes.

Lo conocido nos demuestra, que nuestro enfoque científico y dinámico para la comprensión de la inseguridad alimentaria, a veces es incompleto y obtuso.

Las intervenciones nutricionales en los primeros mil días de vida ofrecen una oportunidad que si se aprovecha, produce beneficios. Pero la vida continúa, los problemas también y lo que se hizo antes, resulta insuficiente en el siguiente período.

Trabajar sobre un solo período, ofrece una visión única y estacionaria que no evita el impacto de la inseguridad alimentaria en otras etapas de la vida y que afecta conductas y rendimientos.

Hemos estado ignorando, que puedan existir asociaciones claves, amplias y desfavorables, entre la inseguridad alimentaria, su momento de aparecimiento y duración y el bienestar y desarrollo adecuado de la vida del individuo y su familia y su impacto en la vida de la nación.