Lo que viene para las petroleras

Editorial
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Los meses siguen pasando y el precio del crudo se mantiene muy por debajo de los niveles a los cuales la industria estaba acostumbrada.

 

La prioridad en el sector se concentra en la reducción de costes y la optimización de las actividades de exploración y producción. Las grandes compañías ya no buscan con ahínco aumentar su producción buscando nuevos yacimientos. La optimización de los actuales y posibles operaciones corporativas han pasado a primer plano.

El precio del crudo West Texas ha conseguido una cierta estabilidad en las últimas semanas tras los mínimos alcanzados a finales de agosto, cuando el precio llegó a tocar los 38 dólares por barril. Desde entonces, el precio desplegó un fuerte rebote hasta casi los 50 dólares, para luego estabilizarse dentro del rango de los 44 a 48 dólares por barril.

La oferta de crudo no convencional sigue descendiendo, pero el temor a una desaceleración brusca en China que pudiese provocar un frenazo en otros países mantiene la presión sobre el precio del crudo.

Las compañías petroleras ya anunciaron en los resultados del segundo trimestre un recorte en sus planes de inversión y una reducción de costes operativos.

 Ese primer esfuerzo de las compañías por ajustar sus cuentas de resultados a la nueva realidad probablemente no sea suficiente. La persistencia a la baja de los precios de la energía requiere una nueva revisión estratégica por parte de las compañías.

Las grandes petroleras integradas han demostrado ser más resistentes de lo previsto ante un escenario de precios de la energía muy bajos, pero las nuevas circunstancias requieren una revisión de los planes de crecimiento en exploración y producción.

El ajuste a la baja de la oferta de crudo fuera de la OPEP no es lo suficientemente rápido y esta organización se resiste a tomar la decisión de recortar la producción a pesar de que las previsiones de crecimiento de la demanda son poco optimistas.

Las estimaciones del mercado para el precio del crudo en los próximos años han ido revisándose a la baja a lo largo de 2015 y ya sitúan su media para este ejercicio en el rango de 55 a 60 dólares, lo elevan hasta 60 a 65 dólares para 2016 y a entre 70 y 75 dólares para 2017.

Estos precios medios previstos para los próximos dos años contrastan con los de los ejercicios precedentes, que se situaron entre los 80 y los 100 dólares por barril.

El nuevo entorno de precios supone un reto para las compañías, que tendrán que demostrar su habilidad para reducir sus costes de producción de manera estructural. Tanto los países como las empresas productoras necesitan reducir su punto de equilibrio rebajando el coste medio de producción de manera que puedan ser rentables en escenarios de precios medios tan bajos como los previstos.

Algunas compañías no lo lograrán por tener su producción localizada en yacimientos con altos costes de extracción, pero el resto debería ser capaz de conseguir un punto de equilibrio que les permita mantener la rentabilidad del negocio.

Si la economía mundial sale del bache de crecimiento provocado por las economías emergentes y la producción de crudo convencional sigue descendiendo, la Opep habrá conseguido su objetivo de estabilizar el mercado sin tener que ceder cuota de producción. Aun consiguiendo su objetivo, la Opep tendrá que replantearse en el futuro el reparto de sus cuotas cuando se produzca la integración de Irán en el mercado mundial y países como Irak consigan normalizar sus tasas de producción.

En los próximos dos años veremos cuál es el nuevo punto de equilibrio de la industria. Actualmente, con precios por debajo de 70 dólares, muchos proyectos de exploración no son viables. Una vez concluya el proceso de reestructuración de la industria el punto de equilibrio podría descender hasta los 55-60 dólares el barril de West Texas.

El proceso de ajuste será duro y tendrá sus repercusiones en las empresas de servicios petrolíferos, que también deberán ajustar su tamaño a un mercado mucho más pequeño.

En cualquier caso, la optimización de la producción redundará en una industria más saneada y más resistente ante periodos de inestabilidad en los precios del crudo.