Una indignante humillación

Editorial
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Debe estar muy contento Santos con lo que está pasando en la frontera. La cortina de humo que se inventó Maduro ha terminado por desviar la atención sobre el golpe de Estado que se cierne en Colombia con un distractor llamado 'congresito' que en realidad terminará siendo una 'constituyentica' elegida a dedo para redactar una carta política a la medida del comunismo.

Santos dijo sin ponerse colorado que "nunca se había montado en el referendo", cosa que prometió y juró como disco rayado dizque para que los colombianos aprobáramos o rechazáramos lo acordado en La Habana. Un engaño para entregarle nuestro futuro a la misma banda que mal dicta el destino del país vecino, otrora el más rico de Latinoamérica.

Maduro arguye que la afluencia de refugiados colombianos hacia su país es mayor que la de africanos o de sirios hacia Europa. Se vienen a la mente las imágenes de esas pateras arracimadas de negritos en mitad del Mediterráneo; travesía en la que han muerto este año al menos 2.500 personas de acuerdo con la Acnur.

O de esas vallas de Ceuta y Melilla de las que se cuelgan decenas de inmigrantes para saltar a territorio español; de los centenares que llegan a Calais, Francia, para colarse en los camiones que viajan en tren por el eurotúnel hacia el Reino Unido; o de los miles de refugiados que huyen del Estado Islámico por Turquía y recorren media Europa hacia Alemania o Suecia, como esos 71 sirios que murieron en Austria, asfixiados en un camión. ¿Alguien ha visto cosas similares en la frontera colombo-venezolana?

También arguye Maduro que la frontera está en manos de paramilitares y contrabandistas colombianos, pero eso dista mucho de ser cierto. Los paramilitares ya no existen; si por allá hay bandidos son de las Farc, del Eln y del reducto del Epl que dirige 'Megateo'. También hay bandas criminales, pero dedicadas al narcotráfico, que es a lo que todos estos ilegales se dedican en esa región.

Alguno que otro deportado podría ser 'bachaquero' o participar del contrabando de gasolina, pero no es por vender en Colombia unas cuantas toneladas de alimentos venezolanos que están aguantando hambre allá pues no constituyen un volumen importante. Otra cosa es la gasolina, tras la que hay grandes mafias, empezando por las autoridades venezolanas. En los departamentos fronterizos se acostumbraron a la gasolina de contrabando con todos los problemas que genera. Eso hay que combatirlo.

Los colombianos hemos sido una fuerza laboral de larga tradición en Venezuela, pero la mayoría de deportados son inmigrantes relativamente nuevos que llegaron en la última década atraídos por la regaladera de Chávez, que los recibía con los brazos abiertos y las cédulas en la mano para votar por la 'robolución' bolivariana.

Hoy, esos colombianos son un pesado lastre ante la debacle económica de un sistema que no puede proveer ni comida, ni medicinas, ni productos de aseo personal, ni divisas, nada. Según reciente encuesta de Datanálisis, el 70% de los venezolanos considera negativa la gestión de Maduro y el 87% evalúa también de manera negativa la situación del país.

 Y a pesar de que la tesis de la 'guerra económica' no convence a nadie, a Maduro le es perentorio profundizar ese subterfugio para evitar una derrota en las elecciones del 6 de diciembre. Aún así, no se puede descartar que esta crisis tramada en Miraflores tenga algo que ver con la lucha intestina por el control del narcotráfico entre la Guardia Nacional y el Ejército de Venezuela, o con la extradición de Colombia a Estados Unidos de dos testigos estrella contra el Cartel de los Soles de Diosdado Cabello.

Para fascistas, los comunistas. La persecución de los judíos por el régimen nazi empezó la 'noche de los cristales rotos', el 9 de noviembre de 1938, cuando miles de sinagogas, comercios y viviendas de los judíos en Alemania y Austria, fueron señalados, dañados o destruidos. Luego los obligaron a portar en la ropa la 'insignia amarilla', una estrella de David con la palabra 'judío'.

El final es bien conocido: seis millones de muertos. A los nuestros les marcaron las casas y se las demolieron. El éxodo de colombianos por el río Táchira rememora el de los judíos cruzando el Mar Rojo para huir de la esclavitud hacia una tierra prometida. Tal vez la escena se repita cuando sean los venezolanos los que huyan de su propia Patria ante una profunda crisis que puede llevar al dictador Maduro a inventarse una guerra.

Y ese sujeto es dizque garante de la paz colombiana.



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