Cadáveres de colombianos asesinados en Túnez llegarán mañana

Judiciales - Int.
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BOGOTA, Colombia (AP) - El presidente Juan Manuel Santos aseguró ayer que este domingo llegarán al país los cadáveres de dos colombianos que murieron el miércoles tras un ataque de presuntos terroristas en Túnez.

Se trata de la esposa y el hijo del general en retiro del Ejército José Arturo Camelo, quien de milagro se salvó de morir en el atentado extremista que dejó más de 20 muertos en la capital tunecina.

El anuncio fue hecho por el mandatario durante un consejo de ministros en la ciudad de Valledupar, capital del departamento de Cesar y a unos 670 kilómetros al noreste de Bogotá.

El jueves, Camelo dijo a The Associated Press que "Dios todo lo tiene previsto" cuando se le comentó que él durante más de 30 años combatió en un país que como Colombia lleva más de medio siglo en guerra.

El general y su esposa Miryam Martínez habían viajado a Túnez para celebrar el grado que había recibido en una universidad de España su hijo Javier Arturo Camelo, de 29 años.

Testigos hispanos narran caos y miedo

Una turista miamense y su esposo celebraban sus 25 años de matrimonio con un crucero y recorrían el Museo Nacional del Bardo, en Túnez, como parte de una excursión, cuando los atentados terroristas a la instalación el miércoles los sorprendieron.

Giovanna González, de 46 años y su esposo Héctor González terminaron el recorrido del museo y la mujer fue al baño.

"Ahí fue cuando comenzaron a disparar contra todo el mundo", dijo González, quien agrega que vio a un hombre armado vestido con camisa blanca y pantalones estilo militar. Fue en ese momento que ella y su esposo decidieron reingresar al museo.

"Corrimos porque el hombre estaba detrás de nosotros, disparando contra todo", contó González en una entrevista con The Associated Press el viernes al desembarcar de su crucero en Barcelona. "Todos corrían en diferentes direcciones", todos trataban de buscar una salida, añadió.

Su esposo le dijo que no regresara al baño, así que se ocultaron detrás de unas columnatas durante tres o cuatro horas, asustados ante el ruido de los disparos y dos explosiones que dijo parecían bombas.

"Cuando sentí que las balas sonaban más cerca, tratamos de ocultarnos en lugares diferentes y corríamos de un lugar a otro", dijo. "Cambiamos de posición muchas veces".