El homicidio ocurrió un día antes de la Navidad del año pasado, en la vereda de Nuevo Mundo del corregimiento de San Pedro de la Sierra, jurisdicción de Ciénaga.
A 60 años fue condenado David Barbosa Arrieta, por parte del juez Carlos González Varela, por el ataque y muerte con arma blanca de dos menores de edad, ocurrido el pasado 23 de diciembre en la vereda Nuevo Mundo, del corregimiento de San Pedro, en Ciénaga.
La audiencia se llevó a cabo en el Juzgado Segundo Penal de conocimiento de Ciénaga, sentenciando el togado a este sujeto a setecientos veinte meses de cárcel.
Cabe recordar que el horrendo caso ocurrió un día antes de la Navidad del 2016, en la población enclavada en el macizo montañoso; Cristian Camilo y Sandra Patricia Jurado Rodríguez desaparecieron el 22 de diciembre entre las 9:00 y 10:00 de la mañana.
El padre de los menores, quien tras el abandono de su esposa quedó a cargo de los hijos, los vio por última vez durante el desayuno, justo antes de salir a recolectar café. Fue al mediodía, cuando notó la ausencia, empezando la búsqueda de los pequeños por toda la finca.
“En el pueblo nos enteramos a las 2:30 de la tarde. Desde ese mismo momento nos pusimos alertas por si los veíamos”, contó entonces Carlos Enrique Lorenzano, líder cívico del corregimiento de San Pedro de la Sierra.
Luego de horas de búsqueda, y sin rastro de los pequeños, tanto los trabajadores de La Estrella, como los vecinos del pueblo, empezaron a temer lo peor.
El hallazgo de los cuerpos
Dos trabajadores de la finca fueron quienes divisaron los cuerpos de los menores, poco después de la 1:00 de la tarde del viernes 23 de diciembre, en un área retirada a unos 600 metros de la propiedad, ocultos con hojarascas, junto a las raíces de un frondoso árbol.
Versiones preliminares apuntan a que Cristian Camilo habría recibido un fuerte golpe en la cervical, mientras que Sandra Patricia tenía lesiones en el área del abdomen. Según datos suministrados, la niña presentaba señales de haber sido objeto de abuso sexual.
Sospechosos
El hallazgo de los cadáveres fue el punto de partida para que los vecinos por cuenta propia empezaran a hacer las averiguaciones y emprendieran la búsqueda del asesino. El mismo 23 de diciembre, a las 5:00 de la tarde, la comunidad ya tenía tres sospechosos.
La madre de los niños, Sandra Rodríguez, fue la primera en ser retenida por los residentes de San Pedro. El hecho de que la mujer estuviera “impávida” mientras sus hijos estaban desaparecidos, fue argumento suficiente para que la población desconfiara de ella.
El otro era un hombre no identificado, señalado por la propia Sandra Rodríguez, y que también fue capturado. La madre aseguró a los lugareños que esta persona había amenazado con hacerles daño a los pequeños por una deuda que mantenía con el padre de los menores.
La tercera retención se realizó en la finca donde fueron hallados los cuerpos. Se trataba de David Barbosa Arrieta, un jornalero de La Estrella, quien además de ser compañero de trabajo de Francisco Jurado, el padre de las víctimas, convivía en la misma casa con él y los niños desde hacía cuatro meses. El “cambio” de actitud del hombre y su negativa de colaborar con la búsqueda de los pequeños, fueron los elementos que hicieron sospechar a la comunidad, explicó el padre de los niños en ese momento.
El asesino
Barbosa Arrieta, de 47 años, conocido como “El Negro”. Hombre delgado, tez morena, llegó hacía aproximadamente un año a la Sierra Nevada proveniente de Sincelejo. Trabajó en diferentes fincas hasta hace cuatro meses, cuando se radicó en La Estrella.
“Aquí no lo conocíamos, casi nunca bajaba al pueblo y si lo hacía nadie le ponía atención”, aseguró el líder cívico entonces.
Barbosa trabajaba limpiando los cafetales y desde que comenzó la temporada de recolección, vivía en la casa donde Francisco, quien permanecía junto a sus cuatro hijos: Cristian Camilo, Sandra Patricia, José Javier, de 12 años, y María José, de cinco.
“Él siempre entraba a mi habitación a ver televisión, fumábamos o nos tomábamos un tinto. Siempre tuvo contacto con los niños, hablaba con ellos y cuando venía del pueblo les traía pan o dulces”, recordó Francisco.
Vecinos consideraron que fue justamente esa cercanía la que le permitió a “El Negro” llevarse a los pequeños sin problemas, iniciar una travesía de unos 20 minutos desde la casa hacia el lugar donde ocurrió el crimen.
De acuerdo con los vecinos, el día de la desaparición, Barbosa aseguró que había salido a arrear mulas, lo que le habría facilitado movilizar a los niños, sobre todo a Cristian Camilo, quien tenía problemas para caminar por una desviación en la cadera.
Como en una película de ficción, durante la jornada de búsqueda, una manilla encontrada a unos dos metros de donde fueron hallados los cadáveres, y que fue identificada por Jurado como propiedad de “El Negro”, implicaría aún más al jornalero.
Tras la retención y luego de recibir golpes y machetazos por parte de una comunidad que clamaba justicia, Barbosa Arrieta confesó su crimen.