Revolución urbana en Colombia

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El fenómeno de los territorios urbanos y de las ciudades que se están abriendo en varios municipios es reciente en Colombia, pero muy fuerte.
Según el arquitecto y urbanista Fernando Montenegro, “esto demuestra que las condiciones de vida pueden ser más positivas”.
En charla con la Unidad de Medios de Comunicación (Unimedios) de la Universidad Nacional, que maneja el programa Observatorio Electoral Urbano con el Instituto de Estudios Urbanos (IEU), Montenegro habló de “la aglomeración en Colombia”.
Junto con Jorge Pérez, director del Departamento Municipal de Planeación de Medellín, recordó que se trata de ciudades principales que tienen relaciones recíprocas con poblaciones aledañas; algo que es cada vez más frecuente.
Incluso –agregaron–, “están rebasando los límites político-administrativos que las dividen”.
Un ejemplo de esas aglomeraciones es el Valle de Aburrá (en Antioquia), conformado por diez municipios, entre ellos Medellín; Barranquilla y su relación con Soledad se suma a la lista, lo mismo que Bogotá, con 23 municipios, entre los que se destacan Soacha, Funza y Mosquera. Otras ciudades como Bucaramanga, Pereira y Cartagena empiezan a experimentar lo mismo.
Para Montenegro, la consolidación de esa expansión no solo es un efecto de lo que pasa en el mundo en países como Estados Unidos, Japón o China; la densidad de las urbes y el uso de la tecnología también han impulsado el fenómeno.
Más gente, más expansión
Un informe del Departamento Nacional de Planeación revela que entre 1951 y el 2010 se pasó de tener 6 ciudades con más de 100 000 habitantes a 41. Dentro de estas se identifican 18 aglomeraciones, que comprenden 113 municipios, lo que para algunos expertos es un ejemplo de revolución urbana.
Montenegro le suma otros temas que superan los ámbitos municipales, entre ellos, la movilidad, el medioambiente y la vivienda.
“Si se le pide a una persona que evalúe la labor de un alcalde, pero trabaja en Bogotá, vive en Chía y tiene a sus hijos estudiando en Cajicá, no sabe a quién evaluar. Lo mismo pasa si se quiere cuestionar el transporte cuando se vive en Soacha y se trabaja en Bogotá”, agrega.
Con respecto a la tecnología, el cambio que se presentó, según el investigador, está relacionado, incluso, con los sistemas de transporte y comunicaciones que hacen las distancias menos intensas.
También hay que sumarle la llegada de construcciones en altura a los municipios aledaños, cuando antes esa particularidad era propia de la ciudad central.
Para el experto, la tecnología hace que dos aeropuertos cercanos se comporten como uno solo, algo que se esperaría si se construye el terminal aéreo adicional en Madrid, cerca a Bogotá.
“Por eso, como urbanista, considero que la ciudad es un instrumento de desarrollo que hace a los pobres menos pobres y a los ricos más ricos; algo que se refleja en la aglomeración cuando las ciudades se integran”, concluye.
Cada urbe es particular
Para el director de Planeación urbana de Medellín, Jorge Pérez, el caso de esta capital y sus municipios aledaños hace pensar que, por su geografía, no debe expandirse indefinidamente, sino que hay que crecer en altura. Pérez destaca acciones vinculantes que tiene el Valle de Aburrá, pues los planes se hacen de forma integral. Caso contrario es el de Bogotá, donde hay localidades de más de un millón de habitantes, como Suba. Puede haber servicios o acueducto, pero el control administrativo no puede darse desde el centro; entonces, una administración debe encargarse.