El mero: la última esperanza para acabar con el Pez León

El mero-guasa, se convierte el última esperanza para exterminar al voraz pez León.

Medio Ambiente
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Desde hace 20 años, un grupo de científicos en el oceanario de las Islas del Rosario intentan reproducir el mero. El plan es repoblarlo en los mares, convertirlo en un cultivo comercial y enseñarle a devorar al temible pez león.

Hace casi dos décadas, el biólogo marino Rafael Vieira pensó que el mero-guasa ostentaba características que lo podían convertir en una buena alternativa económica para las comunidades pesqueras del Caribe. Es una especie que alcanza un gran tamaño. Puede llegar a los tres metros de longitud y pesar hasta 450 kilos. Características fundamentales al diseñar un programa de acuicultura. Es una especie con un comportamiento tranquilo, ideal para el desarrollo en jaulas flotantes o encierros. Además, tolera cambios fuertes en las condiciones del agua, como salinidad y oxígeno.

Para rematar, su valor en el mercado es alto. Su carne es una de las más apetitosas y codiciadas. Tanto así que el mero fue pescado casi hasta su extinción. Desde el primer tomo del Libro Rojo de Peces de Colombia fue catalogado en estado crítico. Para un pescador artesanal, capturar un mero equivale a ganar una lotería.

“Nadie en el mundo había intentado un programa de acuicultura con esta especie”, recuerda Jaime Rojas, director científico del Oceanario. El primer paso consistió entonces en conocer técnicas de acuicultura marina en Estados Unidos y Asia, en esta última donde cultivan especies similares al mero.

En mayo de 2015, después de muchos fracasos y al borde de la desilusión, el equipo del Oceanario logró un triunfo: reproducir con éxito los primeros ejemplares en cautiverio. En 2016 algo extraño ocurrió y no tuvieron etapa reproductiva. Este año, afortunadamente, el optimismo regresó con fuerza. “Tuvimos unos períodos de reproducción muy largos. Este año han sido meses continuos de reproducción. Calculamos que se han dado más de 160 millones de huevos fértiles”, relata satisfecho Jaime Rojas.

Los huevos son recolectados y pasan a tanques en uno de los laboratorios del Oceanario. Ahí nacen las larvas en condiciones de agua controladas. La mayoría son en el mar Caribe, con la ilusión de que se abran camino en el difícil mundo marino y comiencen a repoblar el área. Unas pocas se conservan hasta que se convierten en alevines, que siguen siendo cultivados dentro del Oceanario para perfeccionar la técnica de crianza.

Otra de la metas es lograr reproducir estas primeras generaciones que nacieron en cautiverio en 2015. “Necesitamos cerrar el ciclo para demostrar el éxito del proceso”, explica Rojas.

Rafael Vieira, quien se instaló a finales de los años 70 en las islas del Rosario (Cartagena) dio inicio a este centro para la conservación e investigación de especies del Caribe colombiano, dice que el objetivo, además de salvar al mero, es trabajar con las comunidades de la zona para que aprendan a cultivarlo y fortalezcan su economía. En menos de diez años deberían estar operando los primeros cultivos artesanales.

Pero Jaime Rojas tiene otra tarea en mente para los grandes meros: entrenarlos para devorar al pez león y poner un límite a esta especie invasora. Los meros cuyo destino será la acuicultura deben ser criados con un concentrado especial que haga rentable el negocio para las comunidades costeras. Pero aquellos liberados para repoblar el océano podrían aprender a identificar y comer el pez león. “Estamos intentando que el mero aprenda a reconocer al pez león como presa”. Infirme de Pablo Correa.

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