Hace tres décadas Alemania volvió a unirse

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El 9 de noviembre de 1989, dentro de un cúmulo de hechos que en los años ochenta del siglo XX modificaron el mapa europeo pactado al terminar la Segunda Guerra Mundial.


Ciudadanos de Alemania Oriental (DRA-República Democrática de Alemania) derrumbaron el muro de Berlín, ese que a lo largo de 155 kilómetros había sido levantado con concreto y alambradas en 1961, para impedir que los habitantes de la RDA pudieran salir de su país y se había convertido en el símbolo de la división entre los países de Occidente y los comunistas del este de Europa.

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 El mapa geopolítico pactado a mediados de los años cuarenta del siglo XX se desmoronó 40 años después, impulsado por las reformas impuestas en la Unión Soviética por el gobierno de Mikhail Gorbachov: apertura (Glasnost) y reconstrucción (Perestroika), que sirvieron de pie de estribo para reformas democráticas en Polonia, Hungría, Checoeslovaquia, Rumania y otras naciones.

Los habitantes de la RDA desde mediados de 1.989 presionaron al gobierno de Berlín Oriental, logrando derrocar a Erich Honecker como jefe de Estado y forzando a su sucesor, Egon Krenz, a dialogar con activistas de los derechos civiles.

El 4 de noviembre hubo una inmensa manifestación en Berlín Oriental y cinco días después, el 9 de noviembre, el gobierno comunista de la RDA anunció cambios en el estricto régimen de viajes a Alemania Occidental. Al enterarse de ello, el pueblo de Berlín Oriental se lanzó a las calles y derruyó el muro que separaba las dos Alemanias.

Ello llevó al derrocamiento del régimen comunista en la RDA y provocó la reunificación de las dos Alemanias en 1990. En tanto, se democratizaron Polonia, Hungría Checoeslovaquia, Rumania, entre otras naciones, colapsó y se disolvió la URSS.

Cambiaron entonces las relaciones de poder en el mundo, aflorando nuevos desafíos para la humanidad, pues las cosas en la cultura, la política y los pueblos no desaparecen de la noche a la mañana, sino que se elaboran generación tras generación.

Muchas tareas dejó pendientes la generación que derruyó el muro de Berlín a las generaciones siguientes. Depende de cómo éstas asuman sus responsabilidades históricas, marcharán las cosas en Europa, Occidente y el planeta, ese que hoy anhela una sociedad más respetuosa, equitativa y amable con la naturaleza.

Una española que conoció los dos lados del Muro

Ana María Márquez tenía 10 años cuando los soviéticos levantaron el símbolo del bloque oriental de Europa conocido como la ‘Cortina de hierro’. En este corto relato recuerda a grandes rasgos los bueno y lo humano de esos años, hasta el amor de su vida que conoció en la Alemania socialista.


Un pedacito de Alemania está en la casa de  Ana María Márquez, una española quien desde muy niña vivió y conoció las dos alemanias, describiendo con autoridad lo que pasaba en ambos lados del Muro de Berlín

Aunque suenen muy castellano sus nombres, llegó hace 70 años a Berlín procedente de su natal Barcelona. Apenas la capital teutona se reponía del dominio nazi y con el recuerdo latente de Führer Adolfo Hitler.

Gracias a que su abuelo era diplomático del gobierno español podía pasar sin problemas ambas fronteras y recuerda que tenía diez años ya visualizaba las diferentes posturas ideológicas: ““En ambas escuelas, estábamos primero en la escuela de la zona de los rusos y después cambiamos a la zona de los americanos, con puntas de vista diferentes.”

Cuando tenía 14 pudo palpar más a fondo la diferencia marcada entre oriente y occidente. Era el apogeo de la ‘Cortina de hierro’. “Tenía el pasaporte español y pasaba la frontera y veía de un lado el muro, era de un color muy oscuro, como gris y del otro   pintado con muchos colores y escrito con muchas cosas”, recuerda con algo de nostalgia.

Aprovechando su influencia diplomática para poder cruzar el muro sin inconveniente, Ana cuenta que ayudó a quienes necesitaban alimentos del lado dominado por la Unión Soviética, allí conoció a quien en poco tiempo llegó a ser su esposo.

Para evitar quedar aislada de occidente, Ana María contrajo nupcias, pero su esposo tuvo que cambiarse al apellido de su mujer y así salir del lado oriental de la capital alemana.

Ante lo riesgoso que podía tener que sacar a alguien tan especial como su esposo, Ana María fue clara: “Mi madre ella conocía el riesgo, pero como nosotros teníamos el apoyo del gobierno no me podía pasar nada”, afirmó sin dudarlo.

Aún recuerda la noche del 9 de noviembre de 1989, el día que cayó el muro: “Había mucha gente, pasaban en los coches la frontera de un lado a otro, con fiestas en ambos lados; yo estaba en medio de la fiesta, todos muy emocionados, cuando yo llegué al muro no lo podía creer que después de tantos años ya estaban los alemanes libres, cuando paso esto mi esposo ya había muerto pero alcancé a buscar a su familia en ese entonces”.