¿Santa Marta es la Perla de América?

Portada del libro La Perla de la América de Antonio Julián, 1787.

Especiales
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Por: Jorge Enrique Elías-Caro
Doctor y magíster en Historia

muchas son las denominaciones que la actual Santa Marta, ciudad portuaria del Caribe colombiano, tiene; pero tal vez, la más sonora, llamativa y de mayor reconocimiento es la de ‘Perla de América’, título que le proveyera el sacerdote jesuita Antonio Julián en el último cuarto del siglo XVIII, cuando publicó en Madrid su libro: ‘La Perla de la América, Provincia de Santa Marta, reconocida, observada y expuesta por discursos históricos’.

Tal como lo expresara el autor en el mismo título de la obra, este ostentoso apelativo lo hizo en alusión a una de las joyas que se explotaba en la incipiente economía “especulativa” de su territorio provincial; me refiero a la pesca y granjería de perlas que se hacía en zonas de La Guajira, más exactamente en el Cabo de la Vela y Bahía Honda.

Es bueno advertir que, cuando se trata de la Santa Marta colonial del dieciocho, lo primero que hay que tener en cuenta —para evitar errores históricos de interpretación y anacronismos— es a cuál Santa Marta se está refiriendo. 



Es decir, si se refiere al puerto que existía como lugar capital de la provincia que llevaba su denominación y donde estaba el aparataje gubernamental de ese espacio político administrativo virreinal o si es a ese vasto territorio que abarcaba la provincia de Santa Marta. 

Hasta hace un poco más de la mitad del siglo XIX, la provincia incluía lo que en tiempos actuales serían los departamentos de Magdalena, La Guajira, Cesar, más la parte norte de Norte de Santander (Ocaña y su área de influencia) y un segmento del Estado del Zulia de Venezuela, que a hoy concurriría la porción territorial que limita del margen izquierdo del río Limón con la actual frontera colombiana de La Guajira y Norte de Santander.

Recientemente, Colombia y, en especial Santa Marta, han sido testigos de la creación de varias organizaciones no gubernamentales que por objeto misional se caracterizan no solo por impulsar proyectos de inversión y cultura para el territorio, sino también por emplear en su razón social el remoquete Perla de América con el que se bautizó a la provincia en la Colonia.

Dicho aspecto se origina de una interpretación tergiversada y anacrónica del apelativo hacia la ciudad, ya que en su objeto social priman los proyectos que se llevarían a cabo en el espacio geográfico y político administrativo de lo que es en el siglo XXI el Distrito Turístico, Cultural e Histórico de Santa Marta.

Lo cierto es que, Antonio Julián llamaba Perla de América no era el puerto ni la ciudad capital de la gobernación que llevaba el nombre de la Provincia, sino a las zonas jurisdiccionales que comprendían el Cabo de la Vela, Riohacha y las zonas adyacentes donde habitaban las comunidades wayúu (rancherías) en la media-alta Guajira en el siglo XVIII y desarrollaban sus actividades de pesca y cultivo de ostiales (granjerías de perlas).

La comprensión espacial de Río de Hacha dentro de la provincia de Santa Marta abarcaba, según José Polo Acuña, «los territorios al norte del macizo de la Sierra Nevada de Santa Marta y de los Montes de Oca, y entre el mar Caribe, al oeste y norte, y el Golfo de Venezuela al este.

Posteriormente, con la Constitución de 1886 nacen los departamentos. De esta forma, se redujo el espacio “santamartino” —como se conocía desde la época colonial hasta mediados de la centuria decimonónica— solo a la comprensión territorial de lo que es en la actualidad el Distrito de Santa Marta, establecido en la Ley 1617 de febrero 5 de 2013, por el cual se expide el régimen para los Distritos Especiales, se establece la naturaleza jurídica de Santa Marta y su comprensión territorial, así como lo que denotado y reglamentando en su Plan de Ordenamiento Territorial.

Así, pues el territorio guajiro y samario son distintos y no pueden asumirse en la actualidad como uno solo.

Antonio Julián nombra Perla de América es al proceso artesanal y economía extractiva de pesca de ostiales y a la producción de perlas en granjerías, tal como lo referencia Marcela Escandón en un análisis que hizo a las obras que se publicaron en el siglo XVIII sobre el territorio de Santa Marta, en especial la Floresta de la Santa Iglesia Catedral de la Ciudad y Provincia de Santa Marta, escrita por el militar José Nicolás de la Rosa en 1741; el informe que divulgó el gobernador de la provincia, Antonio de Narváez y La Torre en 1778, y, por supuesto, la Perla de América.

Sobre este último, afirma: “Los inventarios dedican un lugar especial para las perlas, siendo esta la razón del título ‘Perla de América’, el cual hace referencia a las muchísimas y bien formadas que se crían en su costa”.

Agrega, además, que lo que señala Julián dentro del contenido de este texto, no son hipérboles o fantasías, pues “solo los indios bárbaros las pescan en aquellas costa del Río de Hacha (…)”.


En la iconografía de la monarquía europea en el siglo XVIII, se observa la tendencia de entonces del uso de perlas en collares, vestidos y adornos para el cabello, muchas de ellas tal vez del Cabo de la Vela y Bahía Honda.

Al respecto, Antonio Julián escribió:

Dase razón del título de Perla de América, atribuido a la provincia de Santa Marta.

Nadie extrañe que comparezca al público, la provincia de Santa Marta con el título de Perla de la América, grabado en su frente.

Así juzgué debía ella comparecer para llevarse a primera vista el aprecio de quien la mira de cerca y no la conoce; y de quien de lejos oye su nombre, y nada la aprecia.

Los nombres propios indican los individuos: los renombres sus calidades (…)

Para granjear, pues, al primer paso, y á primera vista el justo aprecio á la provincia de Santa Marta, la llamé Perla, y Perla de la América.

Perla la llamo, aludiendo á las muchas y bellísimas que en su costa de mar se crían, y bien formadas se pescan junto al caudaloso Río de las Perlas.

Antes Madre de Las Perlas debiera llamarla por esa razón; pero llámola perla, porque así como no se conoce el valor y belleza de la perla hasta que abierta la concha que la ocultaba, se deja ver ella a todas luces hermosa; así la provincia de Santa Marta, por más rica, fecunda y preciosa que sea, permanece en nuestros días oculta, y quedará para siempre poco estimada por no conocida si no se rasgara el velo de la ignorancia que la encubre aun a los ojos más linces de los españoles comerciantes en las Américas.

Por fin, llámola Perla, y Perla de la América, porque realmente juzgo, bien informado, que no hay en ambas Américas provincia más estimable y preciosa que la provincia de Santa Marta.

Tal como lo expresa el mismo autor, nunca hace alusión a la capital de la gobernación, sino a toda la provincia.

Es más, rememora al Río de Las Perlas, explícitamente ubicado en jurisdicción de Riohacha.   La anterior clasificación la expone el mismo Julián cuando afirma:

El título de Perla de la América, al paso que hiere la fantasía, quizás excitará la curiosidad del lector á querer investigar si verdaderamente compete tal renombre a la provincia de Santa Marta, ó si es hipérbole desmedido de elevada fantasía, que se divierte en forjar incompetentes elogios, que cuanto más tienen de especioso, tanto menos suelen tener de verdad.

Mas oyendo y viendo el lector imparcial y prudente que con razón le cuadra a la provincia tal renombre, comenzará a estimar justamente á la que antes no apreciaba por nunca bien conocida.

Antonio Julián, sobre el tema de la granjería de perlas en el Cabo de la Vela, Bahía Honda y Río de Hacha y de sus pescadores, dice lo siguiente:

Comienzo la distribución de las riquezas de Santa Marta por las perlas, ya que con alusión á ellas salen á luz la provincia con el título especioso de Perla de la América.

Y para no defraudar al curioso lector de las más gustosas y apreciables noticias en este precioso punto de perlas, diré cuanto sobre ellas observé hallándome sobre las frondosas y amenas márgenes del río de las Perlas, y junto a los criaderos de ellas.

Diré donde se crían y pescan las perlas llamadas de Santa Marta, y quienes son sus pescadores.

Expondré la variedad y suertes que hay de perlas, y cuáles son las más preciosas, estimadas y buscadas, y finalmente dónde florecen el comercio y labores exquisitas de tales perlas.

Y dividiendo, para mayor claridad, en separados discursos los insinuados puntos, hablaré en el presente solamente del sitio de las perlas, y de los pescadores, reservando para los siguientes las otras noticias más importantes […].


Mapa de las costas de las antiguas provincias de Cartagena, Santa Marta y Venezuela, elaborado por Jacques Nicolás Bellin en el siglo XVIII

Mas sea lo que fuere de los nombres, lo substancial y cierto es, que el sitio propio donde se hallan los criaderos de perlas es aquella costa de mar que corre hacia Oriente, desde la ciudad del río de la Hacha, hasta Bahía Honda; bahía de las más apreciables que tienen las Américas; bahía dominada de los bárbaros Indios guajiros, frecuentada de los extranjeros con ventajas, y por desgracia echada en olvido de los españoles.

De suerte que las perlas dichas de Santa Marta no se pescan ni en el Puerto de Santa Marta, ni en todo el trecho de la costa de mar que corre desde esa ciudad hasta la del río de la Hacha, sino desde ésta hacia Bahía Honda y sus contornos, hasta el Cabo de la Vela.

Puede ser que anteriormente se pescaran también junto al río de la Hacha á sotavento, y hacia Santa Marta; pues dice el ilustrísimo señor Piedrahita, que la ciudad del río de la Hacha estaba ceñida de criaderos de perlas; mas es cierto que de mucho tiempo a esta parte solamente se pescan desde la embocadura del río de la Hacha, hasta Bahía Honda, y Cabo de la Vela, corto tramo, pero riquísimo (el subrayado es mío).

Todas estas discrepancias conceptuales, históricas y contextuales ponen de manifiesto varios criterios que deben tenerse en cuenta al momento de hacer análisis más profundos:

1.) no hay claridad historiográfica y existe desconocimiento sobre el tema;

2.) debido a esa despreocupación por indagar los hechos pretéritos que existieron en este territorio, se estereotiparon unos imaginarios apócrifos que han hecho parte integral del ethos local, hasta el punto que todos los samarios lo han interiorizado o familiarizado como parte de cada ser.

Conceptualmente, dicha mentalidad se encuentra dentro un universo tergiversado, pero aceptado a la vez, dando pie para afirmar que en Santa Marta se ha generalizado una categoría social de identidad compartida y estratégica sobre este tema en particular.

Es decir, en este caso, se admiten y apropian los hechos como propios a sabiendas están basados en falacias o, como se dice en el texto de fines del dieciocho, en fantasías;

3.) se requiere de una continuidad investigativa constante sobre el tema, para así dar sentido, cohesión y secuencia lógica a los hechos que permitan cerrar las brechas conceptuales, teóricas, metodológicas y contextuales entre espectros espaciales (territorial) y temporales.

Es más, rememora al Río de Las Perlas, explícitamente ubicado en jurisdicción de Riohacha.   La anterior clasificación la expone el mismo Julián cuando afirma:
El título de Perla de la América, al paso que hiere la fantasía, quizás excitará la curiosidad del lector á querer investigar si verdaderamente compete tal renombre a la provincia de Santa Marta, ó si es hipérbole desmedido de elevada fantasía, que se divierte en forjar incompetentes elogios, que cuanto más tienen de especioso, tanto menos suelen tener de verdad. Mas oyendo y viendo el lector imparcial y prudente que con razón le cuadra a la provincia tal renombre, comenzará a estimar justamente á la que antes no apreciaba por nunca bien conocida.
Antonio Julián, sobre el tema de la granjería de perlas en el Cabo de la Vela, Bahía Honda y Río de Hacha y de sus pescadores, dice lo siguiente:
Comienzo la distribución de las riquezas de Santa Marta por las perlas, ya que con alusión á ellas salen á luz la provincia con el título especioso de Perla de la América. Y para no defraudar al curioso lector de las más gustosas y apreciables noticias en este precioso punto de perlas, diré cuanto sobre ellas observé hallándome sobre las frondosas y amenas márgenes del río de las Perlas, y junto a los criaderos de ellas. Diré donde se crían y pescan las perlas llamadas de Santa Marta, y quienes son sus pescadores. Expondré la variedad y suertes que hay de perlas, y cuáles son las más preciosas, estimadas y buscadas, y finalmente dónde florecen el comercio y labores exquisitas de tales perlas. Y dividiendo, para mayor claridad, en separados discursos los insinuados puntos, hablaré en el presente solamente del sitio de las perlas, y de los pescadores, reservando para los siguientes las otras noticias más importantes […].Mas sea lo que fuere de los nombres, lo substancial y cierto es, que el sitio propio donde se hallan los criaderos de perlas es aquella costa de mar que corre hacia Oriente, desde la ciudad del río de la Hacha, hasta Bahía Honda; bahía de las más apreciables que tienen las Américas; bahía dominada de los bárbaros Indios guajiros, frecuentada de los extranjeros con ventajas, y por desgracia echada en olvido de los españoles. De suerte que las perlas dichas de Santa Marta no se pescan ni en el Puerto de Santa Marta, ni en todo el trecho de la costa de mar que corre desde esa ciudad hasta la del río de la Hacha, sino desde ésta hacia Bahía Honda y sus contornos, hasta el Cabo de la Vela. Puede ser que anteriormente se pescaran también junto al río de la Hacha á sotavento, y hacia Santa Marta; pues dice el ilustrísimo señor Piedrahita, que la ciudad del río de la Hacha estaba ceñida de criaderos de perlas; mas es cierto que de mucho tiempo a esta parte solamente se pescan desde la embocadura del río de la Hacha, hasta Bahía Honda, y Cabo de la Vela, corto tramo, pero riquísimo (el subrayado es mío). 
Todas estas discrepancias conceptuales, históricas y contextuales ponen de manifiesto varios criterios que deben tenerse en cuenta al momento de hacer análisis más profundos: 
1.) no hay claridad historiográfica y existe desconocimiento sobre el tema; 
2.) debido a esa despreocupación por indagar los hechos pretéritos que existieron en este territorio, se estereotiparon unos imaginarios apócrifos que han hecho parte integral del ethos local, hasta el punto que todos los samarios lo han interiorizado o familiarizado como parte de cada ser. Conceptualmente, dicha mentalidad se encuentra dentro un universo tergiversado, pero aceptado a la vez, dando pie para afirmar que en Santa Marta se ha generalizado una categoría social de identidad compartida y estratégica sobre este tema en particular. 
Es decir, en este caso, se admiten y apropian los hechos como propios a sabiendas están basados en falacias o, como se dice en el texto de fines del dieciocho, en fantasías; 
3.) se requiere de una continuidad investigativa constante sobre el tema, para así dar sentido, cohesión y secuencia lógica a los hechos que permitan cerrar las brechas conceptuales, teóricas, metodológicas y contextuales entre espectros espaciales (territorial) y temporales.