“De la noche a la mañana nos quedamos sin nada”

Los hermanos Carlos Alberto y Fabio Ricardo Contreras Azula cumplirán este 31 de octubre su primer año viviendo en el asilo.

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Tras ser estafados y perder la casa en la que habitaban, Carlos Alberto y Fabio Ricardo Contreras Azula terminaron en el asilo Sagrado Corazón de Jesús, la única institución que les abrió las puertas en Santa Marta.

Por: Daniela A. García G.
Redacción EL INFORMADOR
Fotos: Orlando Marchena

Hasta el sol de hoy los hermanos Carlos Alberto y Fabio Ricardo Contreras Azula desconocen el paradero de la mujer que hace cuatro años les vendió la “casita” en la que vivían en el sector Vista Hermosa, en el barrio La Paz, en el sur de Santa Marta.

No saben de ella desde hace un año, cuando Carlos encontró derrumbada la humilde vivienda y se topó con la noticia de que el terreno tenía nuevos dueños.

Desde entonces Carlos y Fabio forman parte de los 62 abuelos que viven en el Asilo Sagrado Corazón de Jesús, el único centro de atención geriátrica de la capital del Magdalena.

“De la noche a la mañana nos quedamos en cero, sin casa, sin ropa, sin papeles, sin nada”, dice Carlos, quien con 74 años es el mayor de los dos hermanos.

Cuenta que en 2014 tomó la decisión de mudarse de Bogotá a Santa Marta, utilizando para ello la liquidación que había recibido de una empresa en la que prestaba sus servicios como vendedor de repuestos de vehículos.

“Me traje a mi hermano porque él sufre de asma y el frío en Bogotá le pegaba muy duro. Aquí le compré a una señora una casa-lote por cinco millones de pesos, en Vista Hermosa, en la parte alta de La Paz. Ella me dijo que me metiera a vivir ahí, que después arreglábamos la escritura”, recuerda.

La postergación del trámite le salió verdaderamente cara. Y es que un día, cuando regresó de la clínica en la que Fabio estaba hospitalizado tras ser arrollado por una motocicleta, se encontró con que su casa la habían echado abajo.

“Yo me estaba quedando en la clínica con mi hermano y cuando volví a la casita estaba toda tumbada. Cuando pregunté qué había pasado unas personas me dijeron que eran los nuevos dueños. ¡Imagínese la impresión! Empecé a llamar a la señora que me vendió, pero nunca apareció”, afirma.

Carlos Alberto Contreras Azula


La única ayuda

Esa situación dejó a Carlos en la calle, sin tener dónde dormir o bañarse y con una gran preocupación: qué hacer con su hermano Fabio quien había recibido la orden de salida de la clínica y que ni siquiera podía ponerse en píe.

“Estaba desesperado, fui a la Fiscalía, a la Defensoría del Pueblo, a la Alcaldía, pero nadie me ayudaba o hacia nada”. Fue entonces cuando alguien le dijo que se acercara al Asilo Sagrado Corazón de Jesús.

“Aquí llegamos todos ‘barbados’ y remendados. El médico nos hizo una valoración y nos dejaron acá, eso ha sido una bendición para nosotros”, asegura el anciano.

Recuerda que entraron al centro geriátrico el 31 de octubre de 2017, por lo que están por cumplir su primer año viviendo en las instalaciones que suman ya 77 años de existencia, ubicadas en la calle 18 con carrera 15.

“A uno de ellos lo rescatamos de una clínica”, confirma en una breve conversación  Sonia Sánchez, directora del centro geriátrico, quien además forma parte del Voluntariado del Asilo Sagrado Corazón de Jesús, que desde hace más de tres décadas vela por los viejitos de la institución.

“Afortunadamente estamos aquí, esto ha sido como un hotel para nosotros. Tenemos nuestras camas, agua, jabón, comida, ropa, todo. A Fabio tenían que hacerle todo cuando llegó, porque no podía ni caminar”, añade Carlos.

“Aquí me dieron hasta un bastón, ya lo puedo agarrar y levantarme”, interviene Fabio, quien se mantiene atento a la conversación.

Pero velar por ancianos como Carlos y Fabio no es tarea fácil. Actualmente el ancianato, que funciona gracias a la caridad, tiene un déficit superior a los 200 millones de pesos, por lo que cada vez es más cuesta arriba garantizar la atención de los ‘viejitos’.

La semana pasada Sánchez aseguró en una rueda de prensa que este año la institución no recibió recursos por parte de la Gobernación del Magdalena, razón por la cual desde hace ocho meses no se les paga a las 15 trabajadoras que atienden a los ‘abuelos”.

Ante la situación, la comunidad de la parroquia Los Sagrados Corazones de Jesús y María, ubicada junto al asilo, salió al auxilio del centro geriátrico y organiza para este domingo un Asilotón, con el que espera recaudar al menos 80 millones de pesos.

Carlos, aunque es el mayor, es el que vela por el bienestar de su hermano Fabio.


Sus vidas

Carlos Alberto, de 74 años, nació en Pamplona, Norte de Santander; mientras que Fabio Ricardo, de 67, en Bogotá. Nacieron en ciudades diferentes debido a que su padre era oficial del Ejército y constantemente era trasladado.

Antes de entrar al asilo trabajaba como reciclador recolectando latas en las playas.  Por cada 70 envases recibía dos mil pesos, por lo que al final del día, tras una larga jornada, se regresaba a su vivienda con seis mil o siete mil pesos que apenas le alcanzaban para la comida.

El mayor de los hermanos no tuvo hijos, el menor tuvo dos, pero ahora viven en Chile y Argentina, por lo que no tiene contactos con ellos.

Los hombres, además, cuentan con dos hermanas también mayores, quienes viven en Bogotá, con las que hablan eventualmente por teléfono, pero quienes no pueden prestarles auxilio económico.

Toda la ayuda que tienen es la que reciben en el asilo. Ambos, afortunadamente, están registrados en el Sistema de Selección de Beneficiarios para Programas Sociales, Sibén, por lo que cuentan con acceso a la salud.

“Yo creo que la gente tiene que estar más pendiente del asilo, aquí vivimos muchos abuelitos. Nosotros solo tenemos un año aquí, pero hay gente que tiene 15 y hasta 18 años”, comenta Carlos.

Él, pese a ser el mayor de los hermanos, es el más activo. Incluso parece tener menos de 74 años. Es quien está pendiente de los otros ancianos, colabora con las trabajadoras de la institución y se la pasa de un lado a otro dentro de las instalaciones del geriátrico.

Pese a que asegura tenerlo todo dentro de esas viejas pareces, recuerda y extraña a la gente de su barrio, a la que califica como  “pobre pero colaboradora”.

Fabio Ricardo Contreras Azula.

“La gente tiene que estar más pendiente del asilo, aquí vivimos muchos abuelitos. Nosotros solo tenemos un año aquí, pero hay gente que tiene 15 y hasta 18 años”, Carlos Conteras, habitante del asilo.


Colombia ya no es un país joven

De acuerdo con cifras de 2017, en el país hay 3.386.980 personas mayores de 65 años, de las cuales 1.412.209 son mujeres y 1.974.771  son hombres.

El mes pasado Juan Daniel Oviedo, director del Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas, Dane, reveló cifras preliminares del censo 2018, que alertaron sobre el aumento de la tasa de envejecimiento del país.

De acuerdo con el funcionario, la población mayor a 60 años en Colombia viene presentando un aumento en comparación con la de los jóvenes y niños.

Para este año hay 40,4 personas mayores de 60 años por cada 100 menores de 15, mientras que en el año 2005 eran 28,7.

El aumento de la población mayor a 60 años es una realidad y esto conlleva a unos grandes retos para el país en materia pensional o de aseguramiento de salud, entre otros, en donde se deben evaluar principalmente aspectos como el cuidado y bienestar de los adultos mayores.

Esto significa que Colombia dejó de ser un país joven.


El Asilo Sagrado Corazón de Jesús, en servicio desde hace 77 años, está ubicado en la calle 18 con carrera 15.
https://www.youtube.com/watch?v=fOT1KwKiQCk&feature




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