“Yo resucité con la Operación Jaque”

El coronel Raimundo Malagón, rescatado hace una década gracias a la Operación Jaque, aún tienen una vendaje en la cara como consecuencia de una cirugía por cáncer de piel, enfermedad asociada al tiempo que pasó sin recibir la luz del sol en la selva durante sus 10 años en cautiverio por parte de las Farc.

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Tras vivir durante 10 años en “el limbo”, el coronel Raimundo Malagón volvió a la vida. Él fue uno de los 15 rescatados de las manos de las Farc gracias a una jugada perfecta por parte del Ejército Nacional. Una década después, el militar cuenta su historia.


“Tengo solamente una cosa que decir: He estado encadenado durante 10 años. Yo soy el teniente Malagón, del glorioso Ejército Nacional de Colombia”. Esa es quizás la frase más famosa pronunciada por el ahora coronel Raimundo Malagón, una de las 15 personas rescatadas hace justamente una década en lo que se conoció como la Operación Jaque.

Esas 23 palabras salieron de la boca del boyacense estando  aún en cautiverio, ante un falso periodista que relataba los detalles de una supuesta misión humanitaria, tan solo unos 10 minutos antes de recobrar su libertad gracias a una valiente acción del Ejército Nacional y quedaron grabadas en un video que, según él creía, serviría como una prueba de supervivencia.

En ese momento tenía 36 años, de los cuales 10 los había pasado internado en la selva en poder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Farc; lucía un poblado bigote, delgadez y un severo gesto de indignación en el rostro.

Hoy, ya con el grado de coronel y aparentemente recuperado físicamente, Malagón recuerda cómo pasó buena parte de su vida en “el limbo” y cuenta cómo la Operación Jaque permitió su “resurrección”.

https://www.youtube.com/watch?v=sTuKYVocR78&feature=youtu.be

La carrera de las armas

Raimundo Malagón nació en Santa Sofía, Boyacá, el 3 de enero de 1972, en una extensa familia de nueve hermanos. Se enamoró de la carrera de las armas en 1992, cuando prestó el servicio militar, por lo que un año después decidió entrar a la Escuela de Oficiales, donde se graduó en 1996.

Poco después realizó un curso de lanceros en el Fuerte Militar de Tolemaida, Cundinamarca, gracias al que adquirió resistencia física y aprendió técnicas de supervivencia, sin saber en ese momento cuánto valoraría en el futuro cercano esos conocimientos.

Tras dos años en servicio, fue enviado a Granada y de allí a La Uribe, Meta, donde se desencadenaron los hechos que cambiaron su vida para siempre.

El secuestro

El 4 de agosto de 2008 su vida se partió en dos. A las 4:00 de la mañana unos 200 hombres de las Farc atacaron la base de La Uribe, donde se encontraban 33 militares. Tras cinco horas de combate mataron a decenas de servidores y secuestraron a Malagón junto a algunos de sus soldados.

Ese hecho se registró en las páginas de la historia del conflicto armado de Colombia como ‘La Toma de La Uribe’, una arremetida por parte de la guerrilla como despedida al Gobierno de Ernesto Samper.

“Cuando los guerrilleros lograron penetrar el cerro El Salero, donde yo me encontraba, venían como hormigas (…) Yo me había quedado sin municiones, me cayeron encima, me amordazaron (…) Cuando supieron que yo era el comandante me aislaron, me ataron las manos atrás y empezó una  travesía que jamás pensé fuera por tanto tiempo”, cuenta el coronel en una entrevista grabada por el Ejército. 

Malagón cree que lo internaron en la serranía de La Macarena. Allí tuvo que soportar el aislamiento, la difícil convivencia con sus compañeros de infortunio y agresivas enfermedades como el paludismo, la leishmaniasis y problemas gástricos que todavía lo aquejan.

Tras cinco años en cautiverio al lado de sus soldados, conoció a otros secuestrados como la excandidata presidencial Ingrid Betancourt, y los contratistas norteamericanos Thomas Howes, Marc Gonsalves y Keith Stansell.

“Nos tenían divididos en tres grupos en la misma área, con una separación de unos cinco o diez kilómetros. Yo estaba en el grupo con Ingrid Betancourt, un policía y dos del Ejército”.

El rescate

Los últimos días de su cautiverio transcurrieron como los 3.651 anteriores, entre la monotonía de los cambuches, las cadenas y los vejámenes. Hasta que sus captores empezaron a moverlo a él y otros secuestrados durante tres semanas por caminos agrestes. “Nos dijeron que vendría una comisión humanitaria y que habrían pruebas de supervivencia”.

En ese grupo estaban Betancourt, los tres estadounidenses; el subintendente Armando Castellanos, el teniente Vianey Rodríguez y los cabos Julio Buitrago y Jhon Jairo Durán de la Policía Nacional; los cabos William Pérez y José Miguel Arteaga, los sargentos José Ricardo Marulanda, Amaón Flores y Erasmo Romero, el teniente Juan Carlos Bermeo y el subteniente Raimundo Malagón, del Ejército.

“Llegamos hasta un claro, algo que era muy inusual. Escuchamos un helicóptero y vimos que no era un helicóptero militar, sino uno blanco con rojo. Estábamos lejos de pensar que sería un rescate, por eso mostramos rebeldía, nos molestaba pensar que seríamos usados de nuevo por la guerrilla como mercancía”.

Malagón recuerda que una vez subió al helicóptero no pasaron dos minutos cuando alias ‘Gafas’ y ‘César’, sus custodios, fueron inmovilizados por los hombres que se suponían eran miembros de una organización humanitaria internacional.

“De repente hubo una algarabía que hizo que el helicóptero se moviera fuerte, yo pensé que la aeronave se iba a caer, no alcanza a entender lo que estaba pasando, pero vi a alguien que estaba llorando y decía que estábamos libres”, cuenta con emotividad el militar activo.

Para él, la Operación Jaque, en la que fueron rescatadas 15 personas en la selva colombiana, frente a una decena de guerrilleros sin disparar una sola bala, será recordada como una de las estrategias militares más asombrosas de la historia.

Hoy Malagón cuenta sus anécdotas desde la sala de su casa, cumplió su sueño de conformar una familia compuesta por él, su esposa y su hija. Ha viajado por todo el mundo relatando la crueldad de los días que le tocó vivir por sus captores. También continuó su carrera militar y es el único de los siete militares rescatados que sigue activo. Actualmente tiene 46 años, estudia inglés y planea formarse en ciencias políticas.

Tras una década en libertad sigue padeciendo las consecuencias del cautiverio. En una breve conversación telefónica le contó a EL INFORMADOR que se encuentra recuperándose de una cirugía por una enfermedad asociada a su estadía en la selva.

“El secuestro no termina con la libertad, vienen otras situaciones. Recientemente me hicieron una cirugía en el Hospital Militar, producto de un cáncer de piel porque estuve 10 años sin recibir los rayos del sol y cuando salí y vinieron las consecuencias”.

“Para mí la operación jaque significa mi resurrección, fue el regreso a la vida de un grupo de personas que estábamos en el limbo”.

Por: Daniela A. García Gómez. Redacción EL INFORMADOR



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