La huelga o masacre de las bananeras de 1928

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Entrevista realizada por Julio Roca a Gabriel García Márquez.
Documental de la televisión británica en 1990
“La masacre de las bananeras es tal vez el recuerdo más antiguo que tengo... Fue una leyenda, llegó a ser tan legendario que cuando yo escribí Cien años de soledad pedí que me hicieran investigaciones de cómo fue todo... Y con el verdadero número de los muertos, porque se hablaba de una masacre, de una masacre apocalíptica. No quedó muy claro nada pero el número de muertos debió ser bastante reducido...

Lo que pasa es que 3 o 5 muertos, en las circunstancias aquellas del país, en ese momento debió ser realmente una gran catástrofe... Y para mí fue un problema, porque cuando me encontré que no era realmente una matanza espectacular, en un libro donde todo era tan descomunal como en Cien años de soledad, donde yo quería llenar un ferrocarril completo de muertos, no podía ajustarme a la realidad histórica... decir que todo aquello sucedió para 3 o 7 muertos, o 17 muertos, no alcanzaba a llenar ni un vagón.

Entonces decidí que fueran 3.000 los muertos, porque era más o menos lo que estaba dentro de las proporciones del libro que estaba escribiendo.

Gabriel García Márquez.

En el pliego de peticiones, el numeral 4º dice: "Aumento del 50% de los jornales actuales para los trabajadores y empleados de U.F.C."

En 1928 los obreros agrícolas mejor pagos de Colombia eran los de la Zona Bananera, con tasas fijadas en 1,25 pesos oro legal para los jornales de Riofrío y Orihueca; 1,50 pesos para Sevilla, Tucurinca y Aracataca, y 2,0 pesos para El Retén.

Estos jornales eran superiores a los pagados a los trabajadores rurales en el interior del país. En 1935 los jornales rurales más elevados de Colombia se pagaban en los municipios de Zaragoza ($1,50), ubicado en la zona minera de Antioquia, y en la Zona Bananera del Magdalena: Ciénaga ($1,20) y Aracataca ($1,20).

Los trabajadores calificados del ferrocarril y los muelles de Santa Marta ganaban hasta $3.

Los salarios más bajos se pagaban en los departamentos de Nariño, con jornales de menos de 25 centavos, y en Boyacá y Cauca, con jornales menores a $0,30
Anuario Estadístico de Colombia,

Bogotá, 1936, pp. 567-571.

Ante la preferencia de laborar en las fincas bananeras por los altos salario que se pagaban en La Zona Bananera; en la vecina Sierra Nevada, los caficultores debían homologar, por lo que pagaban salarios más elevados que en el resto de las zonas cafeteras del país. En Santander, el jornal en las fincas cafeteras era de $0,20, en tanto qué en las fincas de la Sierra, 5 veces más, $1,00

El Ministerio de Industria constata que en 1927 (un año antes de la Huelga de las bananeras) "en la Sierra Nevada de Santa Marta se pagaba jornal diario de $1,30, tres o cuatro veces más elevados que en los otros municipios cafeteros de Colombia".

Joaquín Viloria de la Hoz

Empresarios del Caribe Colombiano

1870-1930 . Banco de la República. Pág. 56.
Los hechos que sucedieron luego de la huelga de las bananeras de 1928 jamás serán esclarecidos. La realidad de este suceso se convirtió en un mito, al servicio de narrativas literarias, donde la imaginación trasforma la verdad. Lo único cierto es que jamás debió ocurrir la muerte de ningún ser humano.
La United Fruit Company no arribó a Santa Marta por azar. Tenía bien definidos sus parámetros: un puerto, tierras fértiles, abundantes aguas y un gobierno amigo. Del resto se encargarían ellos. Tumbaron la selva, nivelaron las eras, trazaron canales de riego y drenaje, construyeron viviendas, clínicas, vías férreas, talleres, caminos, adecuaron muelles de embarque y sembraron banano. Todo de acuerdo con sus necesidades.
Montaron un negocio, no una cruzada social.
Poco tiempo después de haberse consolidado el negocio bananero aparecieron en el Magdalena unos personajes de ideas avanzadas de carácter revolucionario, promoviendo la aplicación de los derechos de los trabajadores, con un lenguaje que hablaba de diferencias sociales.
El general Carlos Cortés Vargas fue nombrado jefe civil y militar de Santa Marta y de la Zona Bananera a raíz de la huelga del 12 de noviembre de 1928.
Los dirigentes sindicales y algunos infiltrados en las manifestaciones como agitadores profesionales, impedían el corte de fruta en las fincas y su embarque en el ferrocarril.
Los delegados obreros tenían orden del PSR —Partido Socialista Revolucionario— de dilatar, no negociar de inmediato.
Y los habían prevenido: "No están controlando el licor en las manifestaciones, eviten la violencia. ¡No confundir huelga con insurrección!" Lamentablemente así ocurrió...


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