“Por mis venas corre agua de mar”: José 'Pepe' Alzamora

“EL INFORMADOR abrió la ventana de la Fiesta del Mar”, ‘Pepe’ Alzamora.

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Pudo haber heredado la Quinta de San Pedro Alejandrino, desciende del marquesado de Torrehoyos, sus antepasados navegaron a bordo del Galeón San José, es el habitante de la casa Los Virreyes, fue amigo del general Hernández Pardo, sin embargo, es realmente conocido por ser el creador de las fiestas oficiales de Santa Marta.

Por: Daniela A. García G.

Redacción EL INFORMADOR

Fotos: Edgar Fuentes

Pocas personas en Santa Marta tienen una historia y una genealogía tan increíble e interesante como José Alzamora Rodríguez, comúnmente llamado ‘Pepe’ Alzamora, conocido por haber sido el creador de la celebración más importante de la ciudad: la Fiesta del Mar.

‘Pepe’, de 88 años, es todo un caballero, con una energía arrolladora y una memoria digna de admiración. Solitario, habita en Los Virreyes, una de las casas más antiguas de la capital del Magdalena.

Sentado en la terraza de la bicentenaria vivienda, el octogenario recuerda con una mezcla de nostalgia y emoción los días en los que representó a su tierra en los Juegos Deportivos Nacionales, por qué se enamoró del mar, cuando conoció al general Rafael Hernández Pardo y cómo surgieron las fiestas oficiales de la ciudad, pero también lamenta los daños que la falta de conciencia y planificación le ha causado a las playas y a la ciudad.

José ‘Pepe’ Alzamora.



Ascendencia

‘Pepe’ es el menor de los siete hijos del matrimonio conformado por el abogado Alberto Alzamora de Mier y Josefa Eloísa Rodríguez Cayón.

Por el lado de su padre, es tataranieto de Joaquín de Mier y Benítez, un español radicado en Santa Marta en 1802, dueño de la Quinta de San Pedro Alejandrino, donde en 1830 murió Simón Bolívar.

Por el materno, es tataranieto de María Josefa Isabel de Hoyos y Hoyos, mejor conocida como la marquesa de Torrehoyos, en Mompox, Bolívar, la segunda en ostentar ese título nobiliario concedido por el rey Carlos III de España.

Toda su vida ha habitado en Los Virreyes, una antigua casa de tejas, altos andenes y barandas de madera, ubicada en la calle de la Cruz (12) con avenida del Fundador (carrera primera), a pocos pasos de la playa.

El inmueble, que data de 1799, fue construido por Francisco Xavier de Ainzuriza, el tesorero de las Arcas Reales durante el reinado de Carlos III de España, y era donde se hospedaban los virreyes que llegaban en los navíos a las costas samarias en tiempos de la colonia.

La propiedad fue heredada por la hija del tesorero, María Bonifacia de Ainzuriza, quien en 1835 se la vendió a Joaquín de Mier y Benítez, desde entonces ha estado en poder de la familia de ‘Pepe’.

Los Virreyes, habitada sólo por ‘Pepe’, es un museo oculto en Santa Marta. La casa alberga una colección de cuadros, muebles y electrodomésticos antiguos; además de sus paredes cuelgan los afiches de cincuenta ediciones de la Fiesta del Mar y una galería de fotografías de las reinas y capitanas de dicho festival.

“Toda la vida me ha tocado vivir en esta casa”, cuenta el hombre, quien muestra más energía y voluntad que muchos de 20.

“Todavía me subo al techo a cambiar las tejas”, confiesa con orgullo, sentado en una mecedora en la terraza de la casa, desde donde se puede observar el mar y el gran crucero MSC Magnifica que hace los últimos llamados antes de despedirse de la Bahía de Santa Marta.

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José ‘Pepe’ Alzamora (JPA): Pensé encontrar aquí un gran tesoro, prosigue. He metido cinco detectores de metales, pero sólo encontré partículas de hierro. Ese tesorero no dejó nada oculto, dice en tono de broma.

EL INFORMADOR (EI): ¿Por qué está vendiendo la casa?

JPA: Hemos decidido venderla porque es mejor que llegue alguien con dinero y la arregle.

Cuenta el octogenario, quien reconoce que serán muchas las lágrimas las que correrán por su alargado y manchado rostro el día que le toque salir de la propiedad.

Confiesa que cuando salga de la vivienda será también el momento de salir de Santa Marta. Su sueño es partir al norte de España en busca de la historia del origen de sus antepasados.

JPA: Sabe, los Alzamora somos hombres de mar. Por mis venas no corre sangre, sino agua de mar.

Las fotografías de las diferentes reinas y capitanas del mar adornan una de las paredes de la residencia de ‘Pepe’.



Un gran nadador

‘Pepe’ siempre ha sido un gran nadador. De hecho, en 1950, cuando tenía 20 años, representó a la ciudad en los V Juegos Deportivos Nacionales, que se celebraron en Santa Marta.

JPA: En esos juegos fui uno de los que inauguró la piscina olímpica, antes de eso en Santa Marta sólo teníamos la piscina mayor: el mar. Las únicas dos piscinas que había estaban en la finca El Recuerdo, en la Sierra Nevada, a la que nadie se le media porque era helada; y la de los gringos en Sevilla, Zona Bananera.

Cuatro años más tarde, fue el único representante de la ciudad en los VII Juegos Deportivos Nacionales, que se llevaron a cabo en Cali.

‘Pepe’ hacía todos sus entrenamientos en la Bahía, la misma en la que desde hace 20 años no se baña debido a la contaminación de sus aguas.

JPA: Es imperdonable lo que está pasando en la Bahía.

EI: ¿Para usted qué es lo que está pasando en la Bahía?

JPA: Lo que ocurre es que los gobernantes no pensaron que la ciudad iba a crecer. El emisario submarino de Santa Marta mide 400 metros de largo por un diámetro de un metro. Si no le hacen con suma urgencia un emisario a El Rodadero y lo desconectan de Santa Marta, esto se va a rebosar, va a haber una emergencia sanitaria. Llegará un momento en que nadie aquí en la Bahía va a soportar los malos olores.

Del cielo al mar

“Yo quería ser aviador”, espeta de repente ‘Pepe’.

Y es que, en 1945, teniendo 15 años, él veía acuatizar en la Bahía a los aviones de la Sociedad Colombo Alemana de Transporte Aéreo, SCADTA, lo que hoy se conoce como Avianca.

Su sueño era ingresar a la Fuerza Aérea Colombiana. Por eso, una vez finalizados sus estudios en el Liceo Celedón, se presentó en el Batallón José María Córdova, donde en los exámenes médicos le fue diagnosticado bocio, un aumento del tamaño de la tiroides que puede causar dificultades para tragar o respirar.

JPA: Si yo no me operaba del bocio no podía ingresar. Hablé con mis padres, pero ellos no me permitieron la intervención quirúrgica, entonces yo entré en una depresión muy grande.

Tres meses después de una de las mayores desilusiones de su vida, un conocido tocó a su puerta para hacerle una propuesta: ser el contador del barco William, una embarcación que hacía intercambios comerciales entre los puertos de Santa Marta, Aruba, Curazao y Martinica. “Así me enamoré del mar”, recuerda.

Tras cuatro años de aventuras por el Caribe, el hombre decidió que había llegado el momento de permanecer más tiempo en Santa Marta. Estando en Aruba, compró por 400 pesos una lancha y por otros 400 un motor.

JPA: Fue en el año 1955 y así empezó la historia mía, quise ser el primero en montar un negocio de turismo y deportes náuticos en la ciudad.

El emprendimiento de ‘Pepe’ incluía paseos por las playas, pesca y esquí. Su ‘barquita’ estaba siempre lista para zarpar frente al entonces hotel Tayrona, hoy sede de la Gobernación del Magdalena.

JPA: No hay mal que por bien no venga… No me aceptaron en la Fuerza Aérea por el bocio heredado de mi señora madre. Si me hubieran aceptado, me habrían tocado los entrenamientos en los aviones T33, que cada mes se estrellaba uno sobre los cerros de Cali.

EI: ¿Nunca se operó del bocio?

JPA: El mar fue mi mejor médico. La sal marina tiene mucho yodo y eso me sanó el bocio.

JPA: Otra cosa -recuerda ‘Pepe’ de repente- los Alzamora nacimos para el mar. Hay un libro que habla de la historia del Galeón San José, ese que están a punto de sacar en Cartagena, frente a las islas del Rosario, que dice que hay Alzamoras alrededor de ese barco, capitanes y almirantes que navegaban entre Perú y Panamá.

Cuenta además que, de niño, estando sonámbulo, abría la enorme y pesada puerta de Los Virreyes y salía con dirección al mar.

JPA: Mis padres dejaban que yo siguiera, no me podían despertar porque estaba sonámbulo. Cuando el agua me tocaba los pies era que yo despertaba. Luego mis padres me volvían a meter a la casa.

A sus 88 años, Pepe Alzamora muestra el entusiasmo y la energía de un joven de 20, pero la caballerosidad propia de los de su época.

 

“El Rodadero nace por una mancha de petróleo en la Bahía de Santa Marta”, ‘Pepe’ Alzamora.

La historia de El Rodadero

En el año 1955, durante el Gobierno de Gustavo Rojas Pinilla, ‘Pepe’ mantenía su negocio frente al hotel Tayrona. Fue así como conoció al huésped de la suite presidencial: el entonces gobernador del Magdalena, general Rafael Hernández Pardo.

El militar era un asiduo amante del mar, quien nadaba diariamente 10 minutos, desde la 1:00 hasta la 1:10 pm.

JPA: Resulta que había días en los que el gobernador se bañaba tranquilo y había días en los que se paraba de brazos cruzados mirando hacia el mar, recuerda ‘Pepe’.

JPA: Un día le dije: “Que lastima, gobernador, que hoy no va a gozar su baño de mar”.

JPA: Él me respondió: “Estoy viendo, amigo ‘Pepe’, como está este mar petrolizado. Dígame una cosa: ¿A quién diablos se le ocurrió mandar a construir muelles en plena Bahía, en una ciudad con un futuro enorme en el turismo? ¿Usted cree que el turismo que va a venir a su querida tierra se va a bañar con petróleo en lugar de agua de mar?”

JPA: Yo le indique al gobernador las playas que había en Santa Marta y él me dijo que las visitaría todas. Como a los 20 días me dijo: “Ya tengo la playa”. - Le pregunté: ¿De cuál se enamoró? – “De una que está detrás de este cerro, amigo ‘Pepe’, la llaman El Rodadero”.

El único inconveniente que tenía el general para habilitar El Rodadero era Joaquín Bohórquez Rubio, entonces secretario del Banco Comercial Antioqueño, quien había cercado la playa. El gobernador le pasó una notificación al empresario para anunciarle que en 48 horas derribaría la cerca e iniciaría la urbanización del balneario.

Hernández Pardo fue uno de los gobernadores que dejó grandes obras para Santa Marta, incluyendo la carretera por el Ziruma, el hotel Tamacá, la vía hacia Taganga, el Instituto Magdalena, entre otras. "El Rodadero nace por una mancha de petróleo en la Bahía de Santa Marta", agrega el octogenario.

“Si no le hacen con suma urgencia un emisario a El Rodadero y lo desconectan de Santa Marta, va a haber una emergencia sanitaria”, ‘Pepe’ Alzamora.

Festival Acuático Nacional

Un día cualquiera del año 1957 llegó a las manos de ‘Pepe’ la revista Zona Bananera, que publicaba un artículo que sugería que Santa Marta debía organizar el Festival del Banano.

JPA: ¿Banano? Un Festival del Banano está bien para Ciénaga, que es el corazón de la Zona Bananera. Con las bahías que tiene Santa Marta, lo que hay que explotar son los deportes náuticos.

Un sábado de ese mismo año salió a la playa y vio un grupo muchachos, de entre 15 y 17 años, apostando a nadar hasta cierto punto. Sentado en la antigua pista de patinaje que quedaba en la Bahía, miró con entusiasmo la diversión de los colegiales. Al final les propuso hacer parte de dos clubes: Los Delfines y Los Tiburones, y competir para ganar entradas a los teatros de moda; desde luego los chicos aceptaron.

El 29 de julio de 1957, ‘Pepe’ alquiló un equipo de sonido y cuatro parlantes en el antiguo mercado, ubicado cerca de la iglesia San Francisco, donde hoy queda el Sanandresito; luego amarró las cornetas a unas palmeras que estaban en la Bahía y empezó a atraer a la gente amenizando el ambiente al ritmo de los temas ‘La barca’ y ‘El reloj’ de Lucho Gatica.

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Una vez conquistado el público, iniciaron las competencias de 100 y 400 metros libres y 100 metros espalda, entre los integrantes de Los Delfines y Los Tiburones, que luchaban por ganar boletas para los teatros Variedades, La Morita y Santa Marta.

Entre los nadadores estaba un joven de 17 años, llamado Jaime Bateman Cayón, el mismo que 13 años después fundó el Movimiento 19 de Abril, mejor conocido como el M-19. “Lejos estaba yo de pensar que ese muchacho flacuchento haría parte años más tarde de un movimiento guerrillero”, añade el hoy anciano.

Mientras ‘Pepe’ narraba las diferentes competencias, un oficial vestido de blanco miraba atentamente todos sus movimientos. Terminado el evento, el hombre se acercó y le dijo:

- Lo felicito, le quedaron muy agradables las competencias.

- Muchas gracias, señor. Soy ‘Pepe’, ¿usted es?

- Soy el nuevo capitán de Puerto de Santa Marta, Francisco Ospina Navia.

- Bienvenido, ‘Capi’, a Santa Marta.

- Sabe una cosa, amigo ‘Pepe’, a mí siempre me han gustado los deportes náuticos.

- ¡Que interesante! Vea, ‘Capi’, en esa casa de techos de dos aguas que usted ve allá, ahí vivo yo.

“Desde entonces ‘El Capi’ se venía cuando terminaba sus labores, a las 6:30 o 7:00 pm, y nos sentábamos aquí, como estamos ahora usted y yo hablando”, añade ‘Pepe’.

Cautivado por esas competencias, Ospina Navia le propuso hacer algo más grande. Entre ambos le dieron forma al primer Festival Acuático Nacional que se realizó el 12 de octubre de 1958 en la Bahía de Santa Marta.

Al evento invitaron a los clubes Los Lagartos de Bogotá, San Silvestre de Barrancabermeja y Laguna del Miedo de Bucaramanga, así como a nadadores de Antioquia, Cartagena y Barranquilla.

En las disciplinas de pesca participaron clubes Cartagena, Barranquilla y Santa Marta. En las categorías de deportes autóctonos, estuvieron pescadores de Puebloviejo, Ciénaga, Gaira, Taganga y Santa Marta.

EL INFORMADOR, que entonces tenía menos de tres meses en circulación, le dedicó tres páginas al evento. “EL INFORMADOR, sin querer queriendo, abrió la ventana de lo que más tarde fue la Fiesta del Mar”, aclara ‘Pepe’ antes de continuar su relato.

Y es que ese ejemplar del periódico llegó a las manos de un periodista y empresario samario que para entonces estaba radicado en Bogotá, llamado Emilio J. Bermúdez, quien al enterarse del evento viajó a la capital del Magdalena para proponerle a ‘Pepe’ oficializar la fiesta de Santa Marta.

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Una vez en la ciudad, Emilio J., acompañado por ‘Pepe’, se reunió con su primo Carlos Bermúdez Cañizares, entonces gobernador del Magdalena, para solicitarle abrir una Oficina de Turismo y oficializar el certamen.

El mandatario aceptó y les encomendó buscar un local para instalar dicha dependencia, tarea que resultó más difícil de lo esperado. Y es que el departamento atravesaba por una crisis económica, por lo que nadie estaba dispuesto a arrendarle una propiedad de la gobernación.

Tras varios intentos infructuosos por conseguir local, Emilio J. Bermúdez se dio por vencido.

JPA: “‘Pepe’, olvídate de tu Fiesta del Mar, acá en Santa Marta no se puede hacer un carajo”, me dijo entonces Emilio J.

Con tres besos nació la Fiesta del Mar

Cuando creía todo perdido, ‘Pepe’ encontró el local perfecto. Estaba ubicado en la Bahía y era propiedad de su amigo el empresario Luis Gámez. Entusiasmado, llamó a Emilio J. para darle la buena nueva y acordar visitar juntos el lugar. Una vez en el sitio, entre los dos le contaron a Gámez el proyecto, quien se notó interesado hasta que supo quién correría con los gastos del arriendo y “pegó el grito al cielo”.

JPA: El señor Gámez nos mostró todas las cuentas por cobrar al departamento por concepto de alojamientos y entendimos por qué no quería hacer el negocio.

Cabizbajo y decepcionado, ‘Pepe’ se devolvió caminando hacia Los Virreyes, pero inexplicablemente no lo hizo por toda la avenida de Los Fundadores, como acostumbraba, sino que se desvió hacia la calle Santo Domingo (16) con la del Rio (carrera segunda), pasando por la casa de sus primas las Alzamora, donde hasta hace dos años funcionaron las oficinas de Metroagua.

Al ver la vivienda, de inmediato tuvo una idea. Llegó y se la contó a sus primas Francina y Cecilia Méndez Alzamora y Carmen Abondano Alzamora, quienes habían participado como esquiadoras en el reciente Festival Acuático Nacional. El propósito era convencer a Gámez para que le arrendara el local para la Oficina de Turismo.

‘Pepe’ regresó a donde el empresario y le dijo que el dios Neptuno le había hablado desde las profundidades del mar y le había mandado tres sirenas para encomendarle la celebración de las fiestas, acto seguido entraron las jovencitas a la oficina y le estamparon a Gámez sendos besos en las mejillas.

JPA: “Mire, amigo ‘Pepe’, así no se vale”, me dijo Gámez, quien no sólo nos puso a disposición el local, sino que nos dio tres meses libres de arriendo. - La historia de la Fiesta del mar nace por tres besos, agrega entre risas.

Pepe’ señala el afiche promocional de la primera Fiesta del Mar, de 1959, colgado en una de las paredes de Los Virreyes.


Gracias a su perseverancia, del 26 al 29 de julio de 1959, se celebró la primera Fiesta del Mar oficial. Se realizaron de tal forma que coincidieran con el aniversario de la fundación de la ciudad.

En la primera edición del certamen hubo competencias de esquí, regata de remo y natación. En esta ocasión también participaron pescadores artesanales. Además, hubo actividades como duelo entre piratas y la búsqueda del tesoro de Neptuno.

El evento también contó con espectáculos musicales y culturales, para lo cual se instaló una tarima frente al hotel Tayrona, donde además se realizó la coronación de la Reina del Mar.

JPA: Por cierto —recuerda Pepe— la primera reina fue mi prima Francina Méndez Alzamora, elegida por ser la mejor esquiadora acuática.

‘Pepe’ se dedicó año tras año a la realización de la Fiesta del Mar, hasta 2003, cuando decepcionado dio un paso a un costado al sentir que los gobernantes le habían quitado su esencia.

Sin ser tomado en cuenta, el hombre mantiene vivo el recuerdo del festival que creó, sólo le basta mirar las paredes de Los Virreyes, casi tapizadas de afiches y fotografías.

Conozca la historia de la Fiesta del Mar: