Una cita con el fútbol mundial

Deportes - Int.
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Si por mí hubiera sido me habría ido a dormir al Santiago Bernabéu. Estaba ansioso. Había llegado a Madrid, luego de una intensa peregrinación por los santuarios Marianos de Fátima, Lourdes, Del Pilar, La medalla milagrosa e ir a la ciudad Eterna sólo para cumplir la cita que tengo con la emoción futbolística desde que me parieron un domingo de fútbol en Santa Marta, cuando el árbitro pitaba la finalización de un triunfo del Unión Magdalena del 68. Imaginaba cada momento del partido.
En algunos me imaginaba saliendo feliz y triunfante de ese mítico estadio y en otros me imaginaba perdiendo y tratando de consolarme en las emociones producidas por el partido en sí mismo. Me tranquilizaba el pensar que cuando fui a ver a Boca-River en circunstancias parecidas, Boca había ganado; era un presagio. Con esas sensaciones me acosté a dormir el viernes 24.

El 25 comenzó tarde. Tal vez por todo el cansancio acumulado de las caminatas de la peregrinación y todas las tensiones que generan trabajar/viajar con un grupo de personas me levanté tarde. Me bañé, celebré la misa y bajé al restaurante a desayunar. Allí me encontré con Mohamed Saidz, quien, con su amabilidad de siempre, servía de compañero en el cumplimiento de esta cita con el fútbol. Eran las 12 del medio día, yo quería irme de una vez para el estadio pero sabía que no era posible y que había que hacer algo de tiempo para esperar el momento. Me sentía como el Zorro del Principito, esperando con ansiedad el arribo de lo deseado. Caminaos por la gran vía, nos sentamos en la plaza Mayor a ver pasar a la gente, a disfrutar la música callejera y a repetir las conversaciones que habíamos tenido en el último tiempo 10 veces, sobre la vida, la religión, los negocios, el fútbol, etc. A las dos decidimos irnos para el estadio, la idea era almorzar en un restaurante argentino que conocíamos en una de las esquinas próximas al Estadio. Nos ubicamos en el mapa del metro y listo, ya estaba más cerca el partido.
Nos movilizamos en el metro, moderno, cómodo y rápido. Bajamos en la estación Santiago Bernabéu, había que dejar foto para la posteridad.
El ambiente lo conocía. Es el ambiente de las afueras de todo estadio de fútbol del mundo. Gente caminando, cantando, gritando arengas para su equipo, los vendedores ambulantes ofreciendo todo tipo de souvenires, la policía cuidando que todo esté en orden… tensión, ansiedad, alegría, solidaridad, miedos, rivalidad es lo que se percibe a las afuera de los estadios y esta no era la excepción, también eso se respiraba en el estadio Santiago Bernabéu.
La llegada del bus del Real Madrid fue todo un acontecimiento. No sé cuántas personas le hacía calle de honor pero lo que sí sé es que parecía como si entrará el rey de sus vidas, los gritos, las manifestaciones de júbilo, las bufandas al aire, era como si quisiera tirarse en el piso y brindarle una pasarela de honor con su cuerpo al equipo. En el primer puesto del bus iba Anceloti, luego Ronaldo hierático y concentrado en su partido. Luego la pléyade de los grandes jugadores del Real. No faltaba la camiseta Colombiana y el grito de James, James, James… luego, nos acercamos a hasta la Torre A, donde teníamos que entrar para ver el partido pero la puerta estaba cerrada. Sólo la abrieron una hora antes del partido.
Esto es a la 5, de la tarde, tuve miedo de que el ingreso de la gente fuera a ser desordenado pero era un miedo infundado, todo fluyo perfectamente. Y cuando abrieron la puerta bastaron unos 10 minutos para que esa turba de gente estuviera dentro y ubicada en su puesto. Entrar al estadio, me produjo el sentimiento sublime del corazón que se agita ante la presencia de lo grande, es un estadio imponente y aunque estaba medio vacío me produjo la conmoción interior de estar en un momento único de la historia.
Rápidamente busque mi puesto, estaba en el fondo sur, al lado la barra de los ultra, que inmediatamente me hicieron saber, con sus agresivos gritos que no tendría que ver el partido en silencio y no podría gritar nada a favor del Barca. Sus gritos eran ensordecedores: Eh eheh puta barca, puta barca, eh eheh… y cualquier cantidad de insultos más. A las 5.15 salió a calentar el Madrid, ya el estadio estaba en un 75% y la bulla que se escucho fue atronadora. Luego los pitos y silbidos más fuertes posibles indicaron que salía el Barca a calentar.
Mi corazón saltaba de emoción, pero ninguna parte de mi cuerpo se movía porque al lado estaban hinchas furibundos del real, que hablaban y hablaban de cómo tenían que ganar hoy: - y que carajos, ellos no aplaudían a ninguno que no fuera su héroe, que si el "subnormal" de Messi batía el record que lo fuera a aplaudir en la casa de su madre, que hoy tenían que aplaudir era a Isco y a Ronaldo, y seguían hablando y hablando con su acento que tantas diferencias hace en los fonemas silbantes (c,z,s). Revisaba atentamente cada espacio de ese estadio, que ya estaba repleto y sentía como la emoción se instalaba allí por las próximas dos horas. Estaba seguro que cada minuto a partir de este momento iba a hacer emocionante. El altavoces dio las alineaciones y me impactaron los odios hacia Luis Enrique, Piqué y Alves, ellos encarnaban lo peor del enemigo y fue a los que más pitaron; así como a Casillas, Ronaldo e Isco fueron a los que más aplaudieron. Pronto todos se pusieron de pie y comenzaron a cantar el himno del Real Madrid, estaba saliendo al campo de juego el equipo blanco y el azul grana para el memorable partido.
En un momento me distraje y viaje a mi Santa Marta, a mi Eduardo Santos ya enmudecido por la vejez, recordé todos los momentos allí vividos, los de gloria, los de tristeza, los de rabia, todos. Y me pregunté ¿hasta cuándo el infierno de la B? ¿cuándo volveremos a ver fútbol profesional de la A en la Samaria? También, di gracias a Dios por la pasión del fútbol, por poder disfrutar que ese balón ruede en un piso verde mientras lo persiguen 22 hombres. Un aplauso fuerte me hizo volver al Bernabéu, el juego estaba por comenzar.
El partido arrancó con el dominio del Barca, tenía la pelota y rápidamente Neymar logró que ese estadio enmudeciera y pareciera un cementerio. Nadie hablaba, todos se miraban como atontados. Mi compañero de viaje Mohamed expreso un tímido grito de gol que fue acallado por las miradas violentas de los que estaban a nuestro alrededor, como cuchillos amenazantes. El comprendió que eso era lo peor que podía hacer en ese momento y guardó silencio. Ellos comenzaron a analizar la jugada, que si se durmió la defensa, que si Pepo no marcó bien, que Neymar había definido bien, etc. me dio miedo ese gol, tuve la sensación que era como pellizcar al león que duerme y que si despierta puede tragarnos de un solo mordisco.
Aunque el Madrid tuvo oportunidades claras de gol creo que Barcelona pudo liquidar ese partido en dos jugadas claras una de Messi y Neymar. En la primera volví a desear que Casillas se fuera del Real Madrid, que jugara en cualquier otro equipo, ya que estoy seguro que es el mejor portero del mundo y no debe jugar en ese equipo que tantas alegrías le dio al dictador Franco. La otra expuso algo de timidez de Neymar. Luego ese penal absurdo de Piqué, lo vi a lo lejos, no entendí que pasó pero sabía que era penal. El cobro, la anotación, el alarido de todo ese estadio, los abrazos de ellos mientras me quedaba sentado y ausente de ese estadio. Así terminó el primer tiempo.
En el intermedió escuché le análisis de esos que saben más que el técnico, de esos que lo entienden todo y que saben que hay que hacer y que no hay que hacer, si, ellos los aficionados, analizaron todo, yo solo esperaba que el Barcelona volviera a anotar y los callara por siempre para irme tranquilo, sereno pero enchollao por dentro… comenzó el segundo tiempo y arranco mi infierno. No me había sentado bien cuando el gol de Pepe, el dominio del Madrid, el tercer gol de Benzema, los oles ante la tenencia de los merengues, los aplausos… todo esto eran cuchillas que entraban hasta el fondo del alma y me hacía sufrir. Creo que no vi el segundo tiempo, creo que lo sufrí. Tuve miedo de una goleada. Sentí que el Barca no entró a jugar el segundo tiempo. Alguna jugada -como el remate de Mathie- me generaban alguna esperanza, pero como un martillo fuerte que golpea en la cabeza el dominio del Real me acababa cualquier optimismo. Dí gracias a Dios de no tener que ver la cara risueña de Hollman Varela, mientras ellos tocaba y tocaban el balón de un lado para el otro. No sabía como levantarme e irme de ese lugar en el que era un intruso, porque todo era felicidad y yo por dentro sufría la derrota.
Cuando faltaban 5 minutos decidí levantarme e irme de ese estadio. Ya todo estaba consumado. Había vivido una gran experiencia pero había salido derrotado. No era nuevo, el Unión me ha dado muchas clases de derrota. Tengo que decir que si he soportado las derrotas del Unión puedo soportarlo todo en el plano deportivo, al fin y al cabo ese es mi verdadero equipo, el que amo desde siempre.
Salí raudo, en compañía de Mohamed, había que encontrar un taxi e irnos. El carnaval estaba prendido. Ellos celebraban con jubilo y se sentía realizados. Después de caminar unas cuadras encontramos el taxi que nos conduciría al hotel, llamé a Santa Marta a hablar con mi papá, el sabe consolarme en momentos de derrota, al fin y al cabo el es el culpable de esa pasión por el fútbol. Hablamos me hizo su análisis, hablé con Toño, mi hermano, y enmudecí hasta ahora, cuando escribo todo lo que viví en ese estadio. Fue emocionante ver el clásico de los españoles, fue sublime participar de esa orgía de sentimientos, fue espectacular cumplir una cita más con el fútbol mundial pero me hubiera gustado ver ganar al Barca, pero eso no fue posible. Ahora voy a dormir y seguro soñaré con los goles del Unión, los de Arango, Valiente, Didí, Olaya, Iturburo y otros más que son los que hacen que mi alma agitada se serene.

Por Padre Alberto Linero