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México, 3 nov (EFE).- Cuando maneja su Ford Fiesta Turbo en Madrid, donde reside, la piloto colombiana Tatiana Calderón es una chófer de buenos modales, que respeta las luces del semáforo, cumple las reglas de tránsito y se olvida de la velocidad.

"En la calle soy responsable. Nunca me llevo la luz roja, aunque a veces me gana la impaciencia y le doy el volante a mi hermana. Alguna vez me multaron, pero fue por una falta menor", revela en entrevista a Efe Calderón, quien se convirtió el pasado martes en la primera latinoamericana en conducir un monoplaza de Fórmula Uno.

En el Autódromo Hermanos Rodríguez de la capital mexicana, donde hace seis días el británico Lewis Hamilton ganó su quinto campeonato mundial de Fórmula Uno, la joven de 25 años aceptó la tutela de la escudería Sauber, le dio 23 vueltas a la pista y llegó a desarrollar velocidades de más de 300 kilómetros por hora.

"Como de bajada en la montaña rusa; así fueron los primeros minutos. A las cuatro vueltas me acostumbré a la velocidad y me hubiera gustado estar dos horas más", dijo.

El camino de Tatiana en el automovilismo empezó hace como 20 años, cuando el padre la sentaba en sus piernas y le daba el timón de su coche en plena carretera. Una vez, con seis años, maniobró como adulta en una curva y al celebrarlo delató su futuro.

Felipe, el hermano dos años menor, fue quien más sufrió la energía casi