Carlos “Jaricho” Valderrama Puche: pitazo final

Por: Alberto Camilo Blanco Jiménez

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El árbitro celestial se llevó el pito a la boca y concluyó el compromiso existencial de uno de los personajes más importante del balompié samario.
El juego lo ganó y por goleada en un encuentro que duró 81 años. El silbatazo inicial fue en una finca de “Masinga”, del histórico corregimiento de Bonda, en el hogar conformado por Julián y Clementina, donde transcurrieron la infancia y la juventud Carlos “Jaricho” Valderrama Puche. En ese tiempo inicial del partido, vivió en medio del fútbol y la exótica belleza natural de ese idílico corregimiento. El juego de su vida continuó en el barrio “Pescaíto”, donde vivió casi 60 años de gloriosa existencia, hasta cuando el juez de la vida dio en la madrugada de ayer el pitazo final.

Es pertinente recordar que el pasado 7 de febrero, Carlos Valderrama Puche, Jaricho cumplió alrededor de 58 años de estar rodando la película del fútbol en Pescaíto. Este partido existencial lo comenzó a filmar a los 22 años de edad, por órdenes expresa de los dioses del fútbol, quienes lo trasladaron de Bonda a Pescaíto, para que él y su descendencia continuaran engrandeciendo el balompié de ese histórico lugar. En efecto, hizo propósito religioso, con el objeto de no defraudar a las autoridades divinas en su mandato de promocionar del rey de los deportes, en la cuna del fútbol colombiano.

A “Jaricho” entonces, los dioses del fútbol le cruzaron a una mujer en su camino para que lo acompañara en la tierra prometida, donde tenía la magisterial tarea de magnificar el fútbol en el norte de la ciudad. Con la ayuda de los padres celestiales, por supuesto, encontró a la dama ideal de nombre Juana y con dos apellidos, Palacios y Yánez, que encarnaban la estirpe de dos familias gloriosas del balompié pescaitero.

Unidos Jaricho y Juana por el amor y el código genético del fútbol, construyeron su vivienda en un recodo baldío-hoy calle 5ª con Kra.5ª-, en las vecindades de Francisco Kico Valle, compañero de Jaricho en selecciones Magdalena y del Unión. En ese aislado lugar, por aquellos tiempos todo estaba por hacer. Juana montó su tienda y Jaricho su caseta de baile retoño de amor – después Paysandú y posteriormente Donde Lola-, para que la gente tuviera donde comprar y los jóvenes donde gozar. En ese entorno, y con la creatividad que le otorgaron las divinidades a la inmortal familia Valderrama Palacio, criaron a sus hijos con un claro sentido del fútbol. Por un lado, Jaricho, hacía historia en el Liceo Celedón, como jugador y estudiante y tiempo después alternaba la profesión de futbolista, en las selecciones del magdalena y de Colombia, como también en el Unión, con la de profesor de educación física. Paralelo a las actividades académico-deportivas, Jaricho, evangelizaba en sus tres hijos, Alan, Carlos y Ronald, para la religión del fútbol.

Ellos, así como su padre, más tarde, enaltecieron el portentoso fútbol de pescaíto, como se lo pidieron los dioses a Jaricho. De la histórica casa, donde Jaricho jugó los mejores partidos de su connotada carrera del fútbol. Allí quedaron los recuerdos de una memorable casa del fútbol, porque fue demolida para darle paso a la avenida alterna al puerto.

Hoy cuando el árbitro concluyó el partido existencial de Jaricho, nos queda la plena satisfacción que Carlos Valderrama Puche, le cumplió a los dioses del fútbol, porque engrandeció el balompié de pescaíto y sembró la semilla de excelentes jugadores como Alan, Ronald y “el Pibe”. Jaricho descansará en la gloria del Señor... ¡Gracias maestro, por todos los honores que le dio al fútbol samario y al deporte colombiano!

Por: Alberto
Camilo Blanco Jiménez




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