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Editorial
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Hugo Chávez llama a las narcoguerrillas colombianas a entender que no son los años 60 y que por tanto su estrategia de la combinación de las formas de lucha no tiene espacio en el tiempo.

El llamado del mandatario venezolano se da después de su decisión de romper relaciones diplomáticas con Colombia y daría lugar a pensar que de todas maneras existe una reflexión consciente en el gobierno venezolano sobre la ineludible presencia de las Farc y ELN en ese país, que motivó la denuncia colombiana ante la OEA.

Chávez señala en su llamado que la acción de las Farc y ELN permite la intromisión de los EE.UU., en los asuntos latinoamericanos y debe tenerse como una medida de defensa frente a lo que pueda suceder en la reunión de cancilleres de la Unasur, no como una reacción positiva para controlar y erradicar las acciones de las narcoguerrillas desde su territorio.

Para el observador ingenuo, Chávez estaría demostrando que las denuncias sobre sus nexos con las narcoguerrillas son una exageración del gobierno colombiano, porque Chávez es insistente en señalar que comparte lo que Fidel Castro ya había expresado desde los años 90 sobre la lucha armada en Latinoamérica.

Seguramente la reacción de Chávez no es producto de una inferencia lógica, sino el resultado de la presión de una llamada del anacrónico dictador cubano para que le baje la temperatura a los discursos insultantes contra Colombia.

Chávez no es el cerebro del bolivarianismo o socialismo del siglo XXI, es el testaferro que mueve las fichas en el ajedrez regional prevalido de los petrodólares, las decisiones las toma el gobierno de la Isla o los miles de asesores de seguridad enquistados en el poder en Venezuela, la soberanía de la hermana República fue hipotecada y entregada en garantía a los designios del Foro de Sao Paulo desde 1998 y mientras en la región continúa la diplomacia genuflexa a la inusitada riqueza venezolana, no podrá esperarse un verdadero cambio de estilo frente a la amenaza narcotraficante y terrorista, que lenta pero inexorablemente se ha venido extendiendo por el continente.

Con motivo de una rueda de prensa en apoyo al detenido político Alejandro Peña Esclusa, una de las voces más sentidas fue la de otra exiliada política venezolana, Chávez "no rompe con las Farc, a ellas les da apoyo", declaró Helene Villalonga, "a Iván Márquez no lo detiene, detiene a Peña Esclusa, por orden de los cubanos Fidel y Raúl Castro. A las Farc no las ataca, ataca a los venezolanos a los que persigue y avasalla.

A Rodrigo Granda (conocido como el "canciller" de esa narcoguerrilla) lo protege, mientras los venezolanos ven como el país se desintegra", aseveró la presidenta de la Asociación de Madres Venezolanas en el Exilio (Amavex).

William Cárdenas, vicepresidente de la Plataforma Democrática de Venezolanos en Madrid expresó: "En ellos un gobierno aparece colaborando, facilitando y dando cobijo y refugio a líderes de una organización terrorista que tiene en su haber numerosos crímenes de lesa humanidad. Creo que es un hecho que debe conmocionar a toda América".

Es un hecho notorio que a Fidel Castro, su hermano Raúl y a Hugo Chávez, no les preocupa lo que pueda suceder a nivel regional con las denuncias de Colombia ante la OEA; gracias a esos petrodólares venezolanos cuentan con el apoyo incondicional de la Alba y Unasur, sus instrumentos diplomáticos de bolsillo, que le garantizan una mayoría en la OEA para evitar cualquier decisión que pueda afectar los intereses expansionistas del socialismo del siglo XXI.

A los Castro Ruz les afana la presión internacional que el proyecto del Foro de Sao Paulo pueda tener en el resto del mundo; ni Canadá, Estados Unidos o la Unión Europea están dispuestas a comerse entero el sapo de la violación a las resoluciones de la ONU contra el terrorismo y el narcotráfico y la díscola actuación de su ficha en Latinoamérica los obliga a presionar para que baje la temperatura y la discusión sobre el apoyo venezolano a las Farc y ELN no se vuelva un asunto de intervención internacional.

El llamado simplista de algunos sectores en Colombia que insiste en diplomacia directa con Venezuela, que antepone los intereses económicos de reducidos sectores al principio de dignidad nacional, es atropellado una y otra vez por la actitud del gobierno venezolano como quedó demostrado en la campaña política del fin de semana del Pusv que con base en el anticolombianismo quiere ganar posiciones de cara a la próxima contienda electoral parlamentaria de septiembre; en la jornada política presidida por el mismo Hugo Chávez, el Vicepresidente venezolano y su Canciller, no se ahorraron epítetos contra Colombia, hasta llegar al punto central del show, anunciar que Chávez no podía viajar a Cuba a la conmemoración del Cuartel Moncada porque se esperaba una agresión armada desde Colombia ordenada por el Pentágono.

Indudablemente son más las voces que en el mundo entero piden a la comunidad internacional a que vuelque sus ojos en la amenaza que representa Hugo Chávez para Latinoamérica, a quien cada vez más se le cae su máscara y quien es artífice de la violación de los Derechos Humanos contra los mismos venezolanos y contra nacionales de otros países, además de incurrir gravemente en un delito como el terrorismo y de privar de la libertad a quienes osan cuestionar esas atrocidades representadas en un gobierno de intereses personales como el de este dictador, como se expresó en la citada rueda de prensa de solidaridad con Peña Esclusa.

La desesperación del bolivarianismo y las previsiones de la dictadura cubana son los mejores indicadores de que Colombia ha actuado de la manera correcta y que, más temprano que tarde, había que poner en conocimiento de los países latinoamericanos la realidad de la presencia de las estructuras criminales de las Farc y ELN en territorio venezolano, desde donde no sólo adelantaban acciones terroristas contra los colombianos sino que fundamentalmente consolidan sus redes narcotraficantes afectando la seguridad de otros países de la región.



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