Primeros años del libertador Simón Bolívar

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Gustavo Hernández López

Gustavo Hernández López

Columna: Opinión

e-mail: gusherlo@hotmail.com



Con ocasión de un aniversario más de su nacimiento, esto es al cumplirse 229 años desde que en Julio 24 de 1783 Concepción Palacios dio a luz a ese genio militar y político, he querido referirme a una etapa de su vida, que nos muestra que desde sus primeros años tenía en su mente la ansía de ser libre, exhibiendo una rebeldía con causa y siendo constantemente inquieto en temas que pocos a su edad pueden imaginar, tratar o comentar.

Nació en Caracas, en un hogar privilegiado, su propio patrimonio de herencia era bien representativo en inmuebles y dinero, a partir de su primer año de vida. Tan pronto como muere su padre Juan Vicente Bolívar, se le incrementan sus bienes y su dineral.

Al cumplir 9 años recibe otra herencia, mucho menor que las anteriores y queda a cargo de su abuelo materno Feliciano Palacios. Un año más tarde su tutor fallece y su tutoría la empieza a ejercer con mano dura su tío Carlos Palacios.

En 1795, a sus 12 años, se aparta de su tío, toda vez que no le gustaba el tratamiento severo que le daba; huye y se refugia donde Antonia Palacios la hermana de su madre, quien junto con su esposo Pablo Clemente le profesaban afecto y protección.

Su tío Francisco Palacios quiere llevárselo, por cuanto su cariño hacia su sobrino es manifiesto, pero el carácter y personalidad del joven Simón da lugar a que se resista a irse y siendo así las cosas Carlos Palacios solicita la intervención de la Real Audiencia, exigiendo ser educado con disciplina y rigidez.

A pesar de su corta edad deja translucir su independencia, su individualismo y su afán de libertad y en un acto de hombría de bien y de identidad peculiar expresa con firmeza a los españoles y familiares que "sí a los esclavos les permitían elegir su amo, por lo menos en su caso deberían dejarlo vivir donde a él le gustaba".

Insiste Carlos Palacios en la necesidad de enseñarle al adolescente el respeto a los mayores y la subordinación a los Magistrados. Su idea era enviarlo a la casa del maestro Simón Rodríguez, para que se encargara de su educación.

La Real Audiencia considera pertinente esa petición ordenando que se le traslade a la fuerza. Con gritos y lágrimas fue llevado arrastrado el futuro gran Libertador.

Feliciano hermano de Carlos Palacios golpeó en el pecho a Simón y Pablo Clemente le reclamó esa actitud y Feliciano empuñó su espada. El incidente no pasó a mayores por la intervención de Carlos Palacios.

Clemente y su esposa solicitan a la Real Audiencia volver a su morada, porque el deseo de Simón es estar con ellos. Se comprometen a brindarle la mejor educación y no están de acuerdo en que reciba una instrucción de escuela pública. Las rentas facilitaban que se pudiese contratar un ayo o sacerdote para su cuidado. Simón se escapaba a menudo de la residencia del maestro.

Vivía en la calle, con los compañeros de escuela y su familia censuraba su conducta, pero esa convivencia lo acercó y lo hizo comprender a aquellos que no disponían de las comodidades que le llegaron a él bajadas del cielo. Esa circunstancia o esa nueva vivencia humana lo volvieron un poco violento y se fue a las manos muchas veces con sus condiscípulos de aventura y juego escolar.

La tutela de parte de Clemente no se autoriza y por ende sigue con Simón Rodríguez. Pero finalmente la Real Audiencia le da importancia a Simón Bolívar, le pide que decida donde quiere vivir y sorpresivamente el escoge como sitio de domicilio donde Carlos Palacios pero exige que siga Simón Rodríguez como maestro.

Este manifiesta que su discípulo ha evidenciado talento, carácter e inclinación al estudio. Esa declaración pública es bien recibida por sus familiares. Pero preocupados todos ellos por su orientación educativa quieren entrarlo al seminario, más nuevamente Simón con vehemencia les hace ver que allí entran quienes tienen vocación sacerdotal y que su ánimo y predilección es la carrera militar.

En 1797, es decir a los 14 años ingresa como Cadete materializando su sueño y objetivo, al Batallón de Milicias de blancos voluntarios de los valles de Aragua, cuerpo o unidad militar del cual su padre había sido Coronel. Quizás el anhelo de la milicia de Simón venía por la sangre de Juan Vicente Bolívar a quien apenas conoció pero sus lazos sanguíneos produjeron su efecto.

Pero sobretodo su ancestral y arraigado fervor patriótico y su propósito permanente de la libertad individual y de no someterse a un dominio y control español que le tocó ver y palpar desde su niñez hizo que tomara el camino de la carrera de las armas. Sobresale por su aplicación, espíritu guerrero y pasión por la milicia. Es ascendido a Subteniente en octubre de ese mismo año. De esta manera inicia con brillo su periplo castrense.

Se ha identificado al Bolívar que siendo un jovenzuelo exteriorizaba cuál era su derrotero de libertad personal y de los pueblos americanos.

Reposan sus restos en nuestra Santa Marta del alma, su historia grandiosa de este singular militar y político, nuestro insigne Libertador, cuya vigencia aún se siente en los postulados modernistas de los estados continentales y mundiales, fenece frente a la sierra nevada y sintiendo las olas de nuestra bahía.